El asilo a Julian Assange podría evolucionar en cuatro vías diferentes o, en el lenguaje más tecnocrático, hacia cuatro escenarios, de acuerdo a las posiciones que tome cada uno de los actores involucrados y de los costos que estén dispuestos a asumir. Los actores son el propio Assange, los gobiernos de Ecuador, Inglaterra y Estados Unidos (indirectamente) y la justicia sueca. Es posible que entre un sexto, que sería el gobierno o la justicia australianos.

El primer escenario se conformaría si Inglaterra otorgara el salvoconducto. Esto constituiría un alto beneficio para el Gobierno ecuatoriano (y para el propio Assange, por supuesto), pero tendría un costo difícil de asumir para el gobierno inglés debido a que debería negar el pedido sueco de extradición que ya fue aceptado. Por tanto, es poco probable que se produzca.

El segundo se configuraría por la decisión sueca de dejar sin efecto la indagación por los delitos sexuales. Con ello, automáticamente quedaría sin efecto la retención en Inglaterra y se haría posible no solo el salvoconducto, sino la libertad inmediata. Assange y el Gobierno ecuatoriano serían los ganadores. Pero Suecia debería pagar un alto costo porque su sistema de justicia quedaría en entredicho. Además, de ser cierto lo que se dice acerca de la presión norteamericana, debería convencer previamente a Estados Unidos de la escasa importancia del hacker australiano.

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Una variante de este último sería la negociación directa del Gobierno ecuatoriano con la justicia sueca para entregar a Assange. Hay declaraciones del líder que llevan a pensar que se está buscando esta opción. Sin embargo, el Gobierno nacional pagaría el costo ya que quedarían sin piso las razones esgrimidas para otorgarle el asilo. La única opción para que este se configure sería una garantía formal de Suecia de no extradición, lo que aparece como algo lejano en este momento.

El tercero se produciría si Assange decidiera cambiar la estrechez de la Embajada ecuatoriana por la comodidad de una cárcel sueca y se entregara a las autoridades inglesas. El Gobierno ecuatoriano aparecería como el gran perdedor porque quedarían sin sustento todos sus argumentos. En cambio Assange podría obtener beneficios ya que, al contar con la atención de la opinión pública mundial, estaría en mejores condiciones para desvirtuar judicialmente las acusaciones que pesan sobre él. No sería extraño que la desesperación del encierro londinense le llevara a tomar esta decisión.

El último se dibujaría si el Gobierno ecuatoriano lograra que entre en la escena ese actor ausente que es el gobierno australiano. Podría persuadir a ese país de ofrecerle protección a su propio ciudadano y de asegurarle a Inglaterra y a Suecia que seguirá el proceso judicial. El Gobierno ecuatoriano sería uno de los ganadores. No es fácil, pero para ello cuenta con un embajador en Australia que, sin ser de carrera, ocupó ese cargo en Washington, donde dejó buenos contactos que ahora pueden ser muy útiles. Además, puede hacer de puente con la oposición interna, por lo menos con el ala de Lucio Gutiérrez, ya que representó a su gobierno.