AP-EFE
ROMA.- El del formidable doblete ante Alemania (en el triunfo 2-1 del jueves pasado) o el de la escalofriante patada a Alex Song (del Arsenal); el tipo que amenazó con matar en la Eurocopa a quien le hiciera insultos racistas o el genio que sorprende por su fútbol fácil, así es Mario Balotelli, el ariete que ha saltado a las portadas por su fútbol, no por sus excentricidades.

El nuevo héroe de Italia puso de acuerdo a todos para dedicarle elogios, a la vez que el rebelde joven de 21 años dulcificó su imagen besando a su madre, que estaba en el estadio de Varsovia, tras la clasificación Azzurra a la final de la Eurocopa, que será mañana ante España.

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Todos reconocen el talento inconmensurable de Balotelli y también que su mala conducta es producto de una infancia complicada que lo ha marcado de por vida.

Nacido en Palermo e hijo de ghaneses. Mario Barwuah tenía 2 años cuando su familia dejó el pequeño departamento en el que vivían hacinadas 20 personas en Sicilia para buscar fortuna en el norte de Italia. Se instalaron en Brescia, allí vivió durante 15 años. Sus padres no podía mantenerlo y lo entregaron en custodia a los Balotelli -tres hermanos más, dos de ellos adoptivos-.

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En un barrio de blancos, Mario tenía una problema de identidad, porque además estaba obligado administrativamente a visitar cada cierto tiempo a su familia biológica.

Supermario, como lo conocen en Italia, debutó como profesional con 15 años. Con esa edad, Walter Salvioni lo alineó con el Lumezzane en la serie C1. Desde el principio, con ese aire de suficiencia que ha rodeado su vida personal y profesional, anunció que sería "el primer negro en jugar con la Azzurra", aunque ya Fabio Liverani, del Lazio, también negro, lo hizo en el 2001 contra Suráfrica.

Antes de llegar al Inter de Milán, Balotelli estuvo a prueba con el Barcelona. En el 2006, Mario jugó tres partidos de un torneo con el equipo B.

Marcó ocho goles en tres partidos, convenció al DT Fran Sánchez. Después el problema fue otro, su representante pidió "una barbaridad" para que el joven se quedara en Barcelona y se fue al Inter de Milán.

De allí al City, por $ 35 millones, donde ganó la última Liga Premier. En Manchester, un programa radial recoge las llamadas de los oyentes que cuentan en todo momento las peripecias de Balotelli en la ciudad. Muchas pueden ser producto de la imaginación popular, como la de aquella fiesta en la que estuvo a punto de quemar su casa al manipular fuegos artificiales.

Algunos aseguran que invitó a todos los conductores que repostaban en una gasolinera a llenar gratis los depósitos, otro que vio cómo le dio mil libras esterlinas ($ 1.570) a un vagabundo, o aquel día que entró en la biblioteca de la universidad y pagó las multas de todos los estudiantes que no habían devuelto a tiempo los libros.

Balotelli, el tipo que cuando marcó un gol en Old Trafford mostró una camiseta con el mensaje: "¿Por qué siempre yo?", vive siempre al límite. Se la jugó al propinar una patada descomunal a Song, y Mancini, su DT, dijo que no iba a contar más con él.

El seleccionador italiano, Claudio Prandelli, tuvo sus dudas para convocarle para la Eurocopa. Demasiadas turbulencias, mucha inestabilidad emocional. Balotelli es el delantero bipolar. Un tipo aguerrido que anda arriba y abajo. Ahora está en lo más alto, y cuando está allí, difícilmente alguien puede pararlo.