¿Quién ha escuchado la afirmación “el tiempo es oro”? Una gran mayoría. ¿Qué significa eso? ¿Cuál es el valor del tiempo? ¿Era el mismo diez años antes; será el mismo cien años después? Una sencilla forma de calcularlo es tomar la cantidad de dinero circulante en el mundo, dividirlo para la cantidad de años que tiene el planeta Tierra, luego para los días del año y, finalmente, para las veinticuatro horas del día. El resultado: actualmente cada hora del día equivale a más de un millón quinientos mil dólares. Mucho dinero. Ahora, dado que el dinero circulante se incrementa de manera exponencial y la edad de la Tierra de manera lineal, podría afirmarse que cada vez que pasa el tiempo, su valor se incrementa, por lo que una hora en el pasado valdría menos que una hora el día de hoy. ¿Descabellado? No, tiene lógica. Si nos damos cuenta, con cada acto de evolución humana las actividades fútiles han terminado por reducir el escaso y valioso tiempo a nada. ¿Cuánto tiempo pasa la gente frente al volante, en el chat, viendo televisión, en compras, discutiendo insustancialidades? Es obvio que el preciado tiempo que nos queda para lo importante, para la familia, para reflexionar, para crear un mundo nuevo, para discutir lo trascendente; tenga un gran valor de oro o, más aún, un valor inmaterial apenas comprensible; desaprovecharlo involucra pagar un alto precio. Es comprender lo que en economía llaman “costo de oportunidad”. Hacer algo en un tiempo determinado significa dejar de hacer otra cosa en ese mismo lapso. Lo importante es que lo que se haga debe darle a nuestro tiempo el mayor valor de entre todas las posibilidades. Aprovechar con inteligencia los segundos para alcanzar el bien y desarrollo de la humanidad. El poder de tu tiempo está en tus manos.

Jorge Eduardo Peñaherrera Cabezas,
Guayaquil