No existe poeta, escritor, pintor o literato que hermosísimo describa el amor maternal, porque este amor es único, verdadero y me atrevo a decir que es un orden divino, porque un hijo es la sangre vibrante que nos llama; un hijo es el cordón invisible que perdura.

En esta amalgama natural madre-hijo lo imposible de describir es el dolor que solo una madre puede sentir cuando un hijo muere; cuántas mamás estarán viviendo este calvario; pero Dios, sin duda, les hará participar de la Gloria Divina.

Luisa Chunga de Cedeño,
Guayaquil