Con dos cactus llenos de espinos, apretados contra su espalda y que formaban una cruz, Miguel Cayancela caminó descalzo los cuatro kilómetros que componen la procesión de Jesús de Gran Poder. Hilos de sangre se deslizaban por su dorso desnudo.
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Aproximadamente unos 1.200 penitentes participaron ayer en la procesión Jesús del gran Poder en Quito, acompañados por decenas de miles de feligreses.
Con dos cactus llenos de espinos, apretados contra su espalda y que formaban una cruz, Miguel Cayancela caminó descalzo los cuatro kilómetros que componen la procesión de Jesús de Gran Poder. Hilos de sangre se deslizaban por su dorso desnudo.
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