La crisis producto de la dolarización la llevó a colocar un negocio de comida que nunca imaginó que crecería tanto. Soledad Ochoa de Correa tiene 53 años y es la impulsadora del restaurante Parrilla del Sol, proyecto con el que comenzó diez años atrás.
Siendo la sexta de doce hermanos, llegó a Guayaquil desde su ciudad natal, Cuenca, por decisión de sus padres.
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Cuando Soledad terminó el colegio, se graduó como secretaria ejecutiva y con 18 años empezó a trabajar en varias empresas donde explica que adquirió experiencia en administración.
“Fue una buena experiencia porque hay personas de diferentes clases sociales y eso te da mucha madurez y estabilidad emocional. Y el grado de amabilidad que puedes tener en el trato con la gente”, recuerda.
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Para Soledad, el contacto con la gente es esencial al momento de trabajar y considera que en la actualidad es uno de los motivos por los que su restaurante tiene éxito.
Siguió su estudios universitarios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guayaquil aunque indica que también le hubiese gustado seguir la carrera de Derecho. Lo importante para ella es servir, asegura.
Desde pequeña se interesó en el trabajo social. “En Cuenca estudió en un colegio de monjas y cumplía con las responsabilidades de la Iglesia Católica. Me encanta el servicio a la comunidad y poder ayudar los que lo necesitan”, expresa.
A la edad de 30 se casó con el arquitecto Jaime Correa con quien tuvo tres hijos. Luego de 14 años de trabajo en otras empresas, decidió colaborar con su esposo en la empresa de su propiedad, Constructora Correa.
Con la llegada de la dolarización, Soledad recuerda que el negocio de la construcción dejó de ser tan rentable como antes.
Combinando sus conocimientos de administración, su amor por el servicio e interés por la preparación de alimentos, se le ocurrió poner un negocio de comida. “Es algo que brinda ingresos diarios y que es necesario y pensé: tengo facilidad para manejar un personal, para llegar a la gente y es algo que me gusta”. Así compró un restaurante en la Kennedy y empezó lo que actualmente es La Parrilla del Sol.
“Yo compré un negocio y lo saqué adelante con mucha responsabilidad, tenacidad y amor. Aunque no tenía mucha experiencia en la cocina, siempre me gustó y aprendí con el tiempo”, dice.
Poco a poco el negocio se fue dando a conocer, y en un año abrieron junto a otros socios un local en el centro y dos años más tarde otro en la calle principal de Miraflores.“Cuando se tiene la capacidad y mucho amor por lo que haces, las cosas salen bien”, reflexiona esta señora que dedica la mayor parte de su tiempo al restaurante.
Un día de trabajo para Soledad empieza temprano, a las 6:00. Ya a las 7:30 están abiertos los locales y empieza la preparación de los alimentos. Desde las 11:00 se ofrecen almuerzos pero el restaurante abre hasta la medianoche, ya que hay platos típicos a la carta y parrilladas. Soledad asegura que siempre está pendiente de que todo funcione bien y por eso pasa la mayor parte de su tiempo supervisando los diferentes locales. “Lo que hace que mantengamos la clientela es la calidad y los precios cómodos que están al alcance de todos”.
Para Soledad, el amor y la dedicación a su trabajo son los que hacen de La Parrilla del Sol el restaurante que es. “Siempre estoy para darle el toque final y hacer un control de calidad. La presencia del dueño en un negocio es importante, hay mejor atención y esmero en la producción de los alimentos”.
Dedicarse a esto, asegura, la hace sentir que cada día realiza el mejor trabajo posible para satisfacer tanto a sus empleados como a sus clientes.“Mis conocimientos los he adquirido diariamente con la práctica y mediante cursos con gente de mucha experiencia en la gastronomía. Me hace sentir que todo esfuerzo es recompensado por la clientela que me visita a diario”.
Es un trabajo que le ocupa mucho tiempo y por eso, lo que más disfruta, además de la cocina, es pasar tiempo en familia junto a su esposo y sus hijos en sus ratos libres.
Dicen de ella
“Es estricta, nos enseña cada día a ser mejores y maneja muy bien su personal. Nos enseña a salir adelante”.
Leonardo Cevallos
Trabaja siete años con Soledad