Julio Andrade Rodríguez nació en Carchi el 21 de octubre de 1866. Desde muy joven se inició en la milicia y combatió en toda la República, en calles y campos, escaramuzas y batallas. Su valentía lo hizo ascender rápidamente a coronel y luego a general.

Fue un auténtico luchador de las causas nobles, un idealista que con las ideas, el ejemplo y la palabra dejó huellas en todas las esferas de la sociedad.

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Sobresaliente en valores ejerció de manera distinguida los diferentes cometidos públicos que la patria le encargó.

Militar, diplomático, ministro, legislador, político, candidato a la presidencia de la nación. Ministro plenipotenciario en Colombia y Venezuela logró importantes acuerdos a beneficio del país.

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Como jefe civil y militar en Azuay consiguió establecer la paz y la unidad en fracciones políticas enfrentadas.

El general Andrade fue un testimonio excepcional del impulso nacionalista, de los valores integrales de líderes de convicciones y acciones paralelas. En la Asamblea Nacional y en los foros públicos siempre se escuchó su palabra de fuego para los hechos críticos de la política.

En vista de sus méritos fue propuesto, por una mayoritaria expresión popular, para la Presidencia, aceptando la postulación y renunciando inmediatamente a su alto mando militar para despojarse de ventajas y así poder competir con lealtad en la justa.

Pero intereses bastardos de políticos ambiciosos truncaron su camino hacia el solio.

Dos meses después del crimen en contra el general Eloy Alfaro, fue asesinado.

¿Coincidencia o trampa histórica por la avidez al poder de algunos? Ya las crónicas traspasando el tiempo lo comentaron y las siguientes generaciones lo juzgaron.

Ahora descansan en paz dos líderes ecuatorianos que sembraron semillas para el futuro que ha comenzado ya.