Luego de oír al fiscal general de la Nación, que los jóvenes no deben ser sancionados como adultos, he podido escuchar varias voces y leer otros tantos pronunciamientos defendiendo esa posición.
No puedo creer que haya tanta ingenuidad en personas con vasta experiencia y conocimiento. Me preguntaba, ¿qué pensarán, que los delincuentes que tenemos hoy en nuestras calles esperan tener la mayoría de edad para hacerse delincuentes, pues de una forma mágica, después de los 18 años saben qué es bueno y qué es malo; pues un día antes de cumplir su mayoría de edad no podían discernirlo? ¡Qué ridiculez!
Supongo que todos aquellos que estudian las ciencias penales saben que los jóvenes delincuentes sostienen una filosofía que tiene valores distintos sobre la vida, la muerte, y robar o matar no figuran como pecado dentro de sus principios; estas creencias se transmiten como parte de la moral social de su entorno.
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Un psicólogo estudioso de criminología decía que actúan prácticamente con la misma frialdad que un político que roba fondos públicos. Es inaceptable que se propague la idea que son delincuentes porque son pobres, o han tenido malos tratos en su niñez. Si esto fuera así, tengan la seguridad que los jóvenes delincuentes fueran muchos más, que los jóvenes que hoy día forman parte del gran grupo que ayuda a nuestro país a surgir. Hemos visto decenas de miles de jóvenes realizando esfuerzos más allá de los esperados, por superarse todos los días; no los denigremos con las absurdas ideas de que la pobreza necesariamente va ligada a la delincuencia. Lo más grave de todo es que la última semana del mes de noviembre asfixiaron a una niña de 7 años de edad; violaron hasta matarlo a un niño de 8; secuestraron a una de 5; mataron a una de 6; encontraron dos cadáveres en la basura de niños menores a los 8 años; en Durán violaron a niños de 8 y de 10 años; y no he escuchado una sola voz que defienda o se conduela por esos niños a los que les quitaron la oportunidad de llegar a ser jóvenes.
El asesino del niño Barco, un joven de 16 años, fue sentenciado a cuatro años en un Centro de Rehabilitación de menores; ya saldrá libre en los próximos tres; la población, a cuidarse, porque lo único que no ha tenido es la tan cacareada “rehabilitación”. Y mientras escribo estas líneas habrá muerto una serie de jóvenes en manos de delincuentes, a los que los asambleístas no quieren detener porque les “apena” que estén hacinados, sin importar el hacinamiento en los cementerios de gente honrada a la que no le dieron ninguna oportunidad, esos victimarios que se convierten en “víctimas” cada vez que matan.
Vicente Sarmiento Alvear,
doctor en jurisprudencia, Guayaquil