Desde hace 40 años la sazón de su local de comidas ha seducido los paladares de miles de guayaquileños y foráneos, quienes han llegado a nombrarlo “Don Arbolito”, por ser el dueño del restaurante Los Arbolitos II, ubicado en la novena etapa de la Alborada.

Su nombre de pila es José Antonio Saltos Bailón, quien junto con su hermana Aura Saltos (+) inauguraron en 1971 el primer restaurante Los Arbolitos en la esquina de las calles Calicuchima y Santa Elena, en el centro de la ciudad, y que desde hace 17 años también lo disfruta la gente del norte.

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“Yo nací en Manabí en el pueblo de Santa Ana, soy el último de trece hermanos”, dice José, quien a los 14 años decidió venir a Guayaquil a vivir con su hermana, quien ya tenía algunos años aquí.

“En ese tiempo con mi hermana decidimos poner un negocio y como por el sector no había muchos restaurantes y ella cocinaba bien, alquilamos un localcito y empezamos a vender caldo de salchicha, solo eso. Después agregamos los platos con mariscos y la comida criolla que hasta hoy vendemos”, comenta Pepe, como le dicen sus amigos, quien además cuenta que el nombre se les ocurrió cuando estaban sentados en el local pensando cómo lo llamarían y de pronto se fijaron en unos arbolitos que estaban cerca, y José sugirió: “Pongámosle Los Arbolitos”, y así quedó.

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También recuerda con cariño que debido al poco capital que tenían ellos mismos hicieron las mesas y los banquitos de madera que pusieron junto a la pared.

Actualmente sus sobrinos, los hijos de Aura, también tienen un local llamado Los Arbolitos 1, que mantiene su sabor en el centro, en San Martín y Rumichaca .

El restaurante fue haciéndose conocido por su sabor y su atención, por lo que poco a poco se iba llenando más y más.

Debido a la gran cantidad de gente que recibían se cambiaron a otro local más grande en la esquina del frente. “En el 77 tuve la suerte de atender al Ruiseñor de América, Julio Jaramillo, quien se sirvió un buen cebiche manaba”.

Tanto Julio como otros artistas de ese tiempo comieron en su mesa, todo debido a que Ifesa (Industria Fonográfica Ecuatoriana S.A.), que era donde se hacían los discos de los cantantes y músicos del momento, quedaba a tres cuadras.

Como José aún era adolescente cuando empezó el negocio, durante la mañana y la tarde trabajaba en el local y en la noche iba al colegio 5 de Junio. “El templo del saber, como le decíamos en mi época”, recuerda entre risas.

Estudió Ingeniería Comercial en la Universidad de Guayaquil, donde además de adquirir conocimientos consiguió una familia, pues en el aula de clases conoció al amor de su vida, su esposa Martha Rodríguez. “Tuve la enorme suerte de conocerla”. Con Martha tuvo su mayor tesoro, sus tres hijos: Andrea, Marthita y Julián.

José es fanático del fútbol, en especial del equipo de sus amores: Barcelona, por el que ha viajado a otros países a acompañarlo.

“En la Copa Libertadores del 92, Barcelona eliminó al Colo Colo de Chile, que era el campeón vigente. Bueno, la cosa es que un grupo de la hinchada amarilla estábamos en el mismo hotel que el equipo y los chilenos que estaban afuera nos gritaban tonterías, por lo que uno de los compañeros con los que andaba nos dijo a mí y a otro amigo que cerráramos las cortinas y las abriéramos cuando él nos dijera. Entonces lo hicimos y este se bajó los pantalones y les enseñó las nalgas a los hinchas de Colo Colo desde la habitación, por lo que los chilenos comenzaron a insultarnos más”.

Otro de sus sueños cumplidos es haber ido con la Selección al Mundial de Japón-Corea 2002, donde celebró su cumpleaños (el 13 junio) durante el partido Ecuador-Croacia, encuentro que fue la primera victoria de nuestro país en un Mundial de fútbol. “Ese día incluso me entrevistaron en Teleamazonas preguntándome qué sentía de ver a mi país triunfar en el día de mi cumpleaños. Fue lo máximo”. Para realizar ese viaje, José ahorró durante tres años con la fe de que Ecuador clasificaría.

Dice que actualmente está feliz con la vida que lleva y que sigue siendo el mismo que cuando tenía 14, “ alegre, paciente, responsable y optimista”; todo gracias a que le tocó vivir una vida en la que “la necesidad lo obligó a salir adelante”.

Dicen de él
“Yo como en Los Arbolitos desde hace más de treinta años y él siempre ha sido una excelente persona, además que tiene un gran don de gentes”.
Tomás Aarrieta
Cliente fiel de Los Arbolitos