Entre los tipos de ruido que contaminan todos los días a nuestra ciudad de Guayaquil, tenemos ahora el de las alarmas estridentes e incontrolables de los carros estacionados por horas en las calles.

Son tan sensibles y mal calibradas estas alarmas, que al mínimo paso de cualquier otro vehículo se encienden, y lanzan prolongados ruidos que afectan al oído y a la tranquilidad de las personas de los vecindarios, especialmente fastidia a los enfermos, niños, y ancianos.

Estas alarmas una vez activadas no inmutan ni un bledo a los dueños de los carros donde están instaladas, porque ellos saben que han sido activadas por el paso de los otros vehículos, y no les importa que se atenta contra los nervios de un vecindario.

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Cosa de Ripley es que los policías y vigilantes de tránsito están al pie o cerca de los carros con esas alarmas activadas, las oyen, y no toman ninguna medida para contrarrestarlo.

Es hora de que ya controlemos todos el ruido estridente que se produce en nuestra ciudad de Guayaquil, no podemos seguir con este abuso porque nos afecta la salud. Por ahora tenemos que seguir diciendo: ¡hasta cuándo, padre Almeida!

Vicente Rubio Garay,
Guayaquil