Más de 40 años de ejercicio profesional docente me atribuyen más de una experiencia, y con modestia creo también me otorgan el derecho a expresarme respecto a las carencias de la educación ecuatoriana en la que nos hemos debatido. El maestro solamente ha hecho lo que ha podido –y no siempre lo que ha debido– sin material didáctico apropiado, con salarios de hambre, con administradores escolares improvisados, con locales antipedagógicos, etcétera. Recordemos que nuestro quehacer ha estado enmarcado además en una legislación impracticable, adornada de acuerdos y resoluciones acomodadizas que trataron de justificar la inoperancia y el desconocimiento. En ese mar de carencias hicimos lo posible por formar valiosos ciudadanos, prósperos, emprendedores, profesionales.
Me enfocaré en la educación nocturna y las estudiantes –madres– que se preparan. ¿Se ha pensado desde altas esferas de la tecnocracia de escritorio cómo posibilitar que ellas estudien mientras deben velar simultáneamente por sus pequeños hijos? Pongo como ejemplo al plantel nocturno en el que laboro, hay al menos un 20% de estudiantes que son madres y asisten al aula con sus hijos menores de 5 años, algunos de pecho, aunque hay muchas que se eximen porque no todos los profesores lo permiten. Allí está la labor del maestro, ser tolerante y comprensivo. Si se permitió que los colegios acepten a estudiantes embarazadas, debió pensarse en cómo brindarles a las estudiantes futuras madres la seguridad de que una vez que den a luz puedan continuar sus estudios y no desertar. ¿Cómo lograrlo? Hago una propuesta. El MIES a través del INFA; los consejos provinciales y cantonales, mediante sus departamentos de servicio social y comunitario pueden financiar guarderías de medio tiempo para que se albergue a los niños de las estudiantes, mientras ellas están en clases. Ojalá esto fuera practicable, al menos, en los colegios nocturnos del Ecuador. Solo falta imaginación y buena voluntad. Pensémoslo como una inversión.
Joffre Edmundo Pástor Carrillo,
licenciado, Guayaquil