En las calles de Guayaquil me encontré con un dilecto amigo que sostenía entre sus manos la edición del suplemento deportivo DxT, de Diario EL UNIVERSO, del pasado lunes. Me mostró la página en la que se describía la hazaña concretada por los Cardenales de San Luis, equipo de béisbol de las Grandes Ligas. Luego, en otra página, me hizo ver, con algo de molestia, lo ocurrido con el Barcelona en su reciente presentación en Manta (donde fue derrotado 2-0).

Estimé que podría ser oportuno escribir algo sobre estos acontecimientos, que bien se los puede resumir como las dos caras de una medalla.

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Por un lado estaba la gesta de los Cardenales, que tuvieron un inicio de torneo lleno de dudas y grandes preocupaciones: peloteros lesionados; o Albert Pujols, su jugador símbolo, en conflicto con el club por la posible ampliación de su contrato. A pocas semanas de terminar la fase clasificatoria, San Luis se encontraba abajo en la tabla de posiciones, a diez juegos y medio de los punteros.

Pero fueron poco a poco mejorando su rendimiento y con una recuperación espectacular clasificaron a los playoffs en el último día de competencia como el cuarto mejor equipo (comodín) de la Liga Nacional.

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En la primera fase de la llamada postemporada eliminaron a los archifavoritos Filis de Filadelfia, luego a los Cerveceros de Milwaukee. Protagonizaron partidos heroicos. Estuvieron por dos ocasiones a solo un strike de perder la Serie Mundial ante los Rangers de Texas, en el sexto partido. Juegos dramáticos con héroes inesperados para completar la hazaña de ganar el Clásico de Otoño.

La otra cara de la medalla es el equipo de fútbol de nuestro Barcelona, que ha intentado armar un buen plantel. Mejoró su estructura y su juego. Había ganado algunos partidos, tenía su estadio invicto, empezó a pisarle los talones al líder (Deportivo Quito) al recortar algunos puntos de distancia. Los fanáticos comenzaron a regresar al estadio Monumental y volvieron a soñar.

Pero llegó lo que ni los hinchas ni directivos tenían en sus planes: perder dos juegos consecutivos en tiempo de compensación (ante Liga de Quito y el Manta), es decir, a muy poco de que terminen los duelos. Esto, aparte de los puntos que también derrocharon en las últimas acciones frente a Espoli y en el Clásico del Astillero. Malograron en pocos minutos seis unidades y cayeron al cuarto casillero de la tabla de posiciones. Si Barcelona hubiera ganado sus dos choques anteriores, estaría a escasos puntos de los de la Plaza del Teatro.

La pregunta salta de inmediato: ¿a qué se debe esta diferente forma de actuar? Mientras unos, los Cardenales, buscaron con afán la victoria hasta en condiciones desfavorables y lograron conquistar el título más importante del año, los otros se dejaron arrebatar la ilusión de llegar a un lugar expectante.

Quizás se deba a que los peloteros de San Luis estaban enfocados y concentrados en lo que querían. Lucharon hasta conseguirlo. Hicieron esfuerzos extraordinarios para ganar. En cambio, los otros creyeron que con lo que se había realizado ya era suficiente. Dio la sensación de que habían tocado el cielo sin haber ganado hasta ahora nada.

Me quedo con el lado de la medalla de los deportistas que trabajan fuerte, tienen planes, proyectos y aspiraciones fundamentadas. Tienen decoro, persistencia, empeño. Y nuestro olvido para la otra cara, la de aquellos que no tienen sueños ni anhelos.