Suena la campana de la escuela y decenas de niños salen en estampida hacia la calle, justo al mediodía guayaquileño cuando más provoca saborear una golosina refrescante, y ahí está el señor de los helados, que en pocos segundos es rodeado por peticiones que de a poco va calmando cuando entrega los barquillos y vasitos del postre.
Nayeli Valverde, de 8 años, alumna de la escuela Juan Federico Heinert, demuestra con pocas palabras su afición al helado en cada paladeo, que en un instante empieza a derretirse ante las altas temperaturas. “El que más me gusta es de coco”, dice concentrada en el dulce.
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Su madre, María Paredes, recuerda que ella también los comió con su progenitora, como ahora ella hace con su hija.
Anselmo Méndez, de 78 años, lleva 51 en este negocio, en el que también laboraron sus hermanos y sobrinos. “Alrededor de los tanques con el helado ponemos hielo seco con sal en grano y se mantienen todo el día”, contó el heladero, quien los vende entre $ 0,10 y $ 0,50.
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Mientras que Manuel Álvarez recorre la ciudad hace 34 años en su carretilla, en la que a diario llega hasta Alcedo y Noguchi para batir la mezcla, después de ir al mercado en busca de la fruta que lo compondrá.
“Hay que hervir el agua, licuar o cernir la fruta de la que queda un jarabe, se mezcla con azúcar y leche y se pone dentro de la máquina procesadora por 45 minutos”, contó Álvarez. Él cree que la receta ha perdurado por ser natural y hecha a diario, a diferencia de otros helados mantenidos con preservantes.
“Hoy en día casi se ha perdido todo lo bueno, ojalá esto no se acabe”, indicó el comerciante.
Entre los sabores está la guayaba, coco, naranjilla, chocolate, ron pasas y frutilla. Cada heladero porta una variedad de dos sabores y puede vender hasta 150 en una jornada.
Entre los conos está el llamado campeón, hecho en una máquina, y el barquillo de galleta, elaborado por artesanos en un horno, al que después moldean a mano con forma cónica cuando la masa está caliente.
Sobre la historia de los helados Ideal, la mayoría de heladeros coincide en que el pionero de la industria fue Fidel Mendieta (97 años).
Daniel Arboleda, nieto de Mendieta, explicó que su abuelo trajo algunas máquinas procesadoras desde EE.UU. hace unos 40 años, de las cuales vendió una parte a Mercedes Fiallos y con el resto montó su negocio, que complementó con la venta de marquetas de hielo y conos, pero recalcó que es ella quien hizo popular las carretillas con la marca Ideal.
“El helado Ideal nace con ellos, pero es el mismo sabor en todos lados, por los materiales y proceso que son iguales”, aclaró Arboleda. Su familia aún administra unas batidoras con el nombre de Servihelado.
Él cuenta que creció observando el oficio, por lo que hace unos meses intentó vender el producto con el concepto de heladería fija, el cual no funcionó por lo que debió cerrar.
Mientras que Hipólito Pérez, hijo de Mercedes Fiallos, quien atiende otra batidora en Huancavilca y av. Quito, contó que “un tío inició el negocio en Quito con helados de paila, después mis padres también lo hicieron hace unos 40 años”.
“El helado Ideal es el artesanal, aún hay algunas carretas con el nombre, pero ya la gente lo identifica sin la marca”, afirma Pérez, ya que hoy no tienen una imagen en el mercado.
Varios heladeros coinciden en que tienen dificultades para transitar por el casco comercial, ya que la Policía Metropolitana les ha retenido sus carretas, por lo que ahora deben circular por barrios periféricos o Durán.
Según el director de Justicia y Vigilancia, Xavier Narváez, el comercio está colapsado por lo que no pueden estar en la informalidad de la calle, pero tienen la alternativa de laborar dentro de un mercado municipal.
El presidente de la Asociación de Heladeros Ecuador, Vinicio Loja, asegura que tienen vida jurídica avalada por el Ministerio de Relaciones laborales y el MIES, que agrupa a unos 200 miembros y que han participado del proyecto Guayaquil incluyente, con capacitaciones y venta del producto.
Ellos esperan concretar una propuesta que hicieron al MIES, para poder financiar las maquinarias y una planta, donde producirían el helado. Además, una oportunidad del Municipio para que los dejen laborar a través de su microempresa en puntos comerciales, tal como hacen las grandes marcas.