En uno de los viajes de expedición y conquista que los cortesanos del rey de España, Carlos II, realizaron a América en los años 1700, capturaron por orden real algunos monos machines y se los llevaron a su majestad. Pues, los pidió para agregarlos a su colección de animales exóticos y así tratar de aliviar sus males, ya que creía ser víctima de apariciones demoniacas y maleficios.
El Hechizado, como también se lo conocía al monarca, había escuchado que estas especies se encontraban en Guayaquil y se distinguían por ser inquietos, traviesos y muy juguetones.
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Desde que los primates llegaron a Madrid, Carlos II se encariñó con ellos, les daba de comer en la boca y los portaba a cualquier lugar al que iba, señalan ciertos escritos históricos.
Es así que desde aquella época nace el apelativo mono para denominar a los guayaquileños y, algunos de ellos, consideran que esa es la razón por la cual se construyó la escultura del primate en el lado norte de los cerros Santa Ana y del Carmen, inaugurada el 1 de este mes.
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El historiador y director de la Biblioteca municipal, Melvin Hoyos, asegura que no existe ninguna relación, aunque, dice, es un orgullo que se utilice este apodo para llamar a los costeños. “Es un animal que se caracteriza por su curiosidad, inteligencia, la facilidad que tiene para crear herramientas de trabajo y de esta manera ganarse el sustento y en ese sentido, entonces, sí somos muy monos”.
El Municipio porteño escogió a esta especie, junto al papagayo de Guayaquil y la iguana verde, por ser endémicas de la ciudad y a través de los monumentos incentivar su conservación, ya que las dos primeras están en peligro de extinción.
Hoyos evoca el siglo 1700 cuando Guayaquil era una pequeña aldea y estos tres animales habitaban entre sus moradores. En las casas del centro, dice, la gente acostumbraba a tener un papagayo como mascota, los monos saltaban de árbol en árbol y las iguanas recorrían las calles de tierra y se escondían entre los matorrales.
Debido al crecimiento urbano se desplazaron hacia el oeste y el sur de la urbe y su hábitat quedó deshecho de tal forma que se empezó a reducir su población, a excepción de las iguanas que tienen mayor reproducción en comparación a las otras dos especies. Pues al año ponen aproximadamente 30 huevos, explica la bióloga y docente de la Escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES), Nancy Hilgert.
Sin embargo, estas también se vieron amenazadas entre los años 1950 y 1960 debido a que los campesinos las cazaban para su consumo y también la ofertaban a algunos restaurantes de comida china, señala.
Actualmente la población de las iguanas se encuentra controlada porque la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora silvestre, prohibió su venta a otros países.
En el caso del mono machín y del papagayo de Guayaquil la situación es más crítica por su escasa reproducción. Al año tienen unas dos crías y de los pichones solo sobrevive uno ya que entre ellos compiten por la poca alimentación (frutos y nueces de árboles nativos), recalca el director de la fundación Pro Bosque, Eric Horstman.
A esto se suma la deforestación y el tráfico de especies. Pese a que no existen estadísticas exactas de cuántos habitan en el país, los ambientalistas estiman que de los primates hay unos 60 y de las aves entre 30 y 40, ubicándolas en estado crítico de peligro. Conforme un inventario que se hizo el año pasado, según Horstman, hay unas 10 o 15 en la cordillera Colón-Colonche, iniciando en cerro Blanco, con clima seco.
En un congreso desarrollado en Costa Rica en el 2009 se determinó que en ese país existen unos 400 papagayos –o guacamayo verde mayor como también se los conoce– y en Panamá unos 1.000. Es así que el Ecuador es uno de los territorios de Hispanoamérica que tiene menos papagayos de Guayaquil (ara ambiguus guayaquilensis), pese a que fue declarada ave símbolo de la ciudad mediante ordenanza publicada el 29 de julio del 2005.
Con la creación de las esculturas, los guayaquileños y turistas se han interesado por conocer sobre el origen de estas especies y conservarlas. Aunque algunos reniegan que su ubicación no sea la adecuada para tomarse fotos junto a ellas.
No obstante, el jefe municipal de Urbanismo Avalúos y Registro, Gino Mera, explica que para erigirlas se escogieron lugares donde haya gran afluencia vehicular. “No son hechas para tomarse fotos sino para tomarles fotos”, dice Melvin Hoyos.
En el caso del mono su posición inclinada, y su mano en símbolo de reverencia da la bienvenida a los conductores que ingresan hacia el centro de la ciudad, casco comercial y en donde se fundó a Guayaquil el 15 de agosto de 1534.