Pese a su carácter firme, Luisa Yolanda Tamayo Ortega rebosa calidez. Es muy sociable, alegre y cariñosa. Su forma de ser y sus enseñanzas, las que ha impartido durante 40 años, la han llevado a ser todo un personaje en el Liceo Panamericano, donde ha sido maestra fundadora.
“Me gusta enseñar, orientar, dirigir, dar consejos y mostrar la realidad de la vida”, dice respecto a su vocación.
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En sus 90 años (cumplidos el pasado jueves 25) gira una historia que ha compartido con generaciones tras generaciones de alumnos.
Por ello, unas 500 personas, entre autoridades, alumnos y exalumnos se reunieron en un homenaje en su honor el día de su cumpleaños.
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“Tengo 90 años en los que he podido vivir la amistad y unidad”, destacó ella durante la ceremonia.
Además de palabras de agradecimiento y una misa, hubo una fiesta encabezada por los mariachis. Yolandita, como la llama todo aquel que la conoce, no dudó en bailar junto a algunos de los presentes.
Juan José Zuloaga, uno de los alumnos, comenta de ella: “Aunque ya no es profesora, sigue siendo una gran maestra porque me ha enseñado igual o más”.
Por estos días el plantel exhibe una cartelera con más de 100 saludos de sus exalumnos donde se nota el cariño que le tienen.
“He tenido mucha suerte con mis alumnos. Siempre han sido muy estudiosos, dedicados”, dice orgullosa de su labor.
Ha sido profesora en las materias de Geografía y Educación Física de los abuelos, padres e hijos de varias familias, especialmente liceístas y del colegio Guayaquil, “sus dos queridas instituciones”, a las que les tiene mucha gratitud.
Estudió en el Colegio Normalista Manuela Cañizares (Quito). “Hay una gran diferencia entre la época anterior y la actual”, dice al comparar sus años de estudiante y los actuales.
Su profesión nació a raíz de su admiración hacia su hermana mayor, Leonor, quien era maestra. Escogió la geografía gracias a su gusto por los viajes.
“Conozco el Ecuador de norte a sur y he viajado por todos los continentes, excepto Oceanía. Cuando viajo me encanta ver los ríos y nevados”, indica mientras pareciera que se transporta hacia esos sitios.
Sus hobbies son la lectura y ver fútbol. Es emelecista y solía ir al estadio con su papá. El secreto de su jovialidad es cuidar la alimentación. “Nunca he tomado ni he fumado. No tomo café, ni cola, rara vez he comido un chocolate”, puntualiza.
Durante sus años de colegio fue una destacada deportista. Jugaba “de todo”, le encantaba la rayuela y fue seleccionada del Ecuador en básquet. Por ello también dio clases de educación física.
Su carrera
Tanto en el Guayaquil como en el Liceo Panamericano llegó a ocupar altos cargos en ambas instituciones. Fue vicerrectora en el primero y, miembro del Consejo Directivo del segundo. “Ambas instituciones han sido mi vida”, dice.
Su nombre lo lleva una promoción de confraternidad de alumnas del Guayaquil; así también la sala de proyecciones; y en el colegio, la sala de profesores.
También es una ejemplar colaboradora en el ámbito social. “Siempre quise que mis niños no se queden en la ignorancia”, dice refiriéndose a los que ayudó entregándoles material didáctico (en zonas rurales de Guayas y el Oriente).
Resalta de ello: “Nunca fui sola, siempre fui con mis alumnas para que conozcan esa realidad” y el haber recibido el apoyo del Liceo para hacerlo.
Su edad no es un limitante para seguir trabajando, pues actualmente se dedica a ayudar en las labores de inspección.
“No me tienen miedo. Me conversan y siempre me obedecen”. Asegura que les hace entender que “ser disciplinados, obedientes y delicados es para el bien de ellos”.
No tutea, siempre se dirige a “usted”, tiene un tono dulce en su voz, pero cuando es necesario, lo convierte en firme. No le gusta estar sola, más bien se siente más cómoda acompañada, por lo que su vida social es muy activa.
“Vivo solita, pero todos los días me vienen a ver y a dejar mis amistades”, dice sonriente.
Se autodefine como una persona exigente, que le gustan las cosas correctas, las amistades íntegras, el tino y la prudencia.
Recomienda a los padres que “sean exigentes con sus hijos” y a los hijos, “que estudien”.
Dicen de ella
“Como profesora nunca podrías olvidarte de ella. Enseñó muchas cosas más que geografía, es una persona que inculca valores”.
Ana María Díaz
Ex-alumna y trabajadora del LP