A inicios de este mes la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) escogió los mejores trabajos periodísticos de la región. En la categoría Caricatura, el ganador fue Bonil, Xavier Bonilla. Junto al fotógrafo Rodrigo Buendía se convirtieron en los únicos representantes ecuatorianos en recibir el galardón.

La noticia le llegó a través de su cuenta de Facebook, cuando algunos de sus cerca de 3.700 contactos empezaron a felicitarlo por el premio que considera llega en el momento más apropiado, por la lucha emprendida en el país a favor de la libertad de expresión. La serie ganadora recoge tres dibujos en los que se puede ver al presidente venezolano Hugo Chávez, en su empeño por controlar la internet.

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¿Por qué hacer una serie sobre Chávez?

Porque él es el germen de un libreto que se ha extendido y aplicado en América Latina. Es el director de orquesta, por llamarlo de alguna manera, y por eso me centré en su caso, porque además tiene más tiempo gobernando y ha sacado a flote más acciones por controlar la comunicación.

¿Qué tan importantes son los premios como el de la SIP?

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Si vienen con un cheque grueso son muy importantes (ríe). No son indispensables pero siempre vienen bien. Para mí este premio es muy significativo porque refuerza y nos hermana en la lucha que lleva adelante el país para hacer respetar la libertad de expresión. El premio de la SIP es también un galardón para este Diario que, a pesar de atravesar por una situación especial y soportar ataques a diario, se ha mantenido en una posición inclaudicable.

¿La Ley de Comunicación que se tramita en la Asamblea también perjudica al caricaturista?

Es que esto no lo podemos poner en parcelas. El caricaturista desarrolla su actividad en un periódico y si ese medio impreso está amenazado, el caricaturista también lo está. Pero en realidad creo que el riesgo es para todos, para el que hace una seña en la calle, para el que hace un año viejo el 31 de diciembre y para el que escribe los editoriales.

¿La caricatura molesta al poder político?

Depende del momento político. Ahora vivimos un momento de mucha crispación y susceptibilidad, entonces no solo la caricatura molesta, sino el periodismo en general. Pero así como hay gente que se siente ofendida, hay personajes políticos que se sienten halagados por el dibujo, es más o menos como obtener el título de graduación de personaje público.

El presidente Rafael Correa lo llamó alguna vez, ¿qué le dijo?

Eso es algo que no lo contaba porque consideraba que era algo muy personal. Debo decir que fue una llamada que me desconcertó tomando en cuenta los antecedentes de beligerancia con la prensa. No sabía qué me iba a decir. Pero me dijo que le gustaba un dibujo que le hice, que lo había hecho reír y que en general le gustan mis caricaturas. Eso habla del buen gusto que tiene el presidente, además del de sus camisas (ríe).

¿Qué parámetros éticos manejan los caricaturistas?

Esos códigos son más bien personales. En mi caso no contemplo el burlarme por burlarme o volver en guiñapo a un personaje. Alrededor de lo que se dibuja debe haber un sustento real, una noticia y una acción concreta sobre la cual se pueda satirizar.

¿Cómo escoge diariamente qué o a quién dibujar?

Al ser un género periodístico implica estar informado por varias fuentes. A partir de eso, lo primero es establecer un tema que llama la atención, y eso obviamente genera reacciones y comentarios. Pero realmente lo difícil no es encontrar el tema, sino qué decir alrededor de ese tema y cómo decirlo. En algunas ocasiones un dibujo me puede tomar 5 minutos, pero ese es el resultado de 25 años de trabajo como caricaturista.

¿Hay gobiernos más caricaturizables?

Todos los gobiernos dan siempre motivos y temas. Quizás algunos son más planos. Personalmente para mí el de Sixto Durán-Ballén no fue muy llamativo. Tal vez sea porque recién empezaba en la caricatura. Pero ha habido personajes políticos que ellos mismos se han vuelto una caricatura y se los puede representar con una nariz o una lengua.