Miedo. Eso es lo que se sentía ayer en el interior de las viviendas de la cdla. La Pradera, luego de que ¬entre lunes y martes¬ en ese territorio mantense se produjeran dos ataques delincuenciales: uno con bomba y otro, un crimen tipo sicariato que acabó con Luis Joza Mejía, quien habría interpuesto su cuerpo para que las balas no impactaran a uno de sus hijos, con los cuales ¬la tarde del martes¬ recogía los escombros de su casa, dinamitada un día antes.
Tras el incidente, los controles policiales en La Pradera se reforzaron como jamás habían visto los habitantes de esta comunidad, quienes a más de vivir entre cercas ahora también permanecían encerrados por el terror que les causó la noticia. Un vecino de Joza decidió ayer mismo salir del lugar.
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“Tras el atentado, salí de la casa adonde unos vecinos y luego me comunicaron que unos jóvenes andaban preguntando por mí, porque creen que yo he dado nombres de probables sospechosos del atentado que sufriera don Lucho”, relató.
Otro, en cambio, no da su nombre, pero demuestra que nadie está seguro en su propia casa. Identificarse como testigo en La Pradera, hoy en día, es casi como cavar su fosa. “Cuidado pone mi nombre, mire que aquí vivimos con temor...”, dice.
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A un día del crimen y dos del atentado hubo preocupación en el Gobierno y en el Comando de Policía. Desde ayer se ordenó la realización de megaoperativos de control para ¬dicen las autoridades¬ dar con responsables de los hechos.
Ante estas directrices surgidas desde Quito, más de 60 gendarmes de los grupos élite asentados en Manabí desarrollaron un operativo de masificación y demostración de fuerza en un lugar conflictivo como La Pradera (otros sectores de Manta con estas características son el centro de la ciudad, el barrio Jocay y los sitios periféricos), pero hasta el mediodía de ayer no había resultado alguno.
Sin embargo, la Policía ya comienza a buscar pistas e incluso se remonta a la noche del pasado 7 de junio, cuando en la misma ciudadela dos sicarios en motocicleta acabaron con la vida de Luis Alfredo Coello Jama, quien tenía 18 meses de haber llegado de Estados Unidos (de donde presuntamente fue deportado por robo) y que antes de ser acribillado ¬con siete balazos¬ había ido a visitar a su pareja. Coello había sido detenido el 25 de marzo, por robo.
Sobre por qué no se brindó seguridad a la familia de Joza Mantuano tras el ataque y que más luego se divulgara que sus hijos tenían conflictos por antecedentes penales, Cisneros señaló que no denunciaron el ataque del lunes y, por lo tanto, no pudieron acogerse al Programa de Víctimas y Testigos.
Ayer, la presencia policial estuvo en torno a todo lo que hizo la familia de Luis Joza: tres gendarmes custodiaron la morgue del cementerio Parques del Recuerdo, donde por la mañana se efectuó la autopsia al cuerpo de la víctima; dos patrullas vigilaron el camión funerario que lo trasladó hasta el lugar donde se levantó una capilla ardiente y además se sepultará a Joza.
Esa reacción surgió después de que el martes, en la clínica San Gregorio, familiares de Joza reclamaran protección. Esa protección que les dieron luego de que balas asesinas acabaran con el jefe del hogar.
Antecedentes: En los archivos
Hijos de la víctima
Lo que sí reconoció la Policía de Manabí ayer es que, según los archivos de la institución, uno de los hijos del fallecido Luis Joza, Freddy, registra cuatro detenciones, entre los años 2008 y 2010, dos de ellas por supuesto robo, una por tenencia de armas y otra por tráfico de estupefacientes. Mientras que el otro vástago, identificado como Ángel Joza, resultó herido en un confuso incidente; sin embargo, no especificó dónde ni cuándo.