Lo único que sabe María Cedeño sobre la muerte de su hijo, Juan Pablo Álava Cedeño, es que el pasado sábado se encontraba disfrutando de una fiesta con otros compañeros del Batallón de Selva Nº 57 Montecristi, en la población de Nuevo Rocafuerte (Orellana). Luego, ellos habían decidido abordar una lancha para volver al regimiento militar donde Álava cumplía la conscripción.

A la mujer le contaron los militares que su hijo subió a una lancha junto con otros once compañeros. Pero la embarcación se viró y todos cayeron a las correntosas aguas. Diez se salvaron, no así Juan Álava y el cabo Eduardo Alcívar.

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“Eso es lo que me han dicho hasta el momento, pero espero que los militares me digan qué fue lo que sucedió el sábado”, señaló Cedeño, quien ayer sepultó el cuerpo de su vástago en su natal Picoazá, parroquia del cantón Portoviejo.

Recién el pasado lunes Cedeño observó el cuerpo de su hijo, a quien lo reconoció por el tatuaje con su nombre, Juan, que tenía en el brazo izquierdo, aunque recién ahí pudo constatar que una parte del brazo derecho estaba cercenada.

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Ayer a las 14:00 se realizó el sepelio de Álava Cedeño en el cementerio de Picoazá, de donde emigró junto con sus padres hace diez años.

Sobre el féretro yacían dos banderas, una de Ecuador y la otra del equipo de sus amores, Barcelona, tal cual había sido su deseo, expresado a amigos y familiares desde cuando era adolescente. Cedeño dijo que deseaba saber si el Ejército la ayudaría económicamente, una duda que se suma a la de conocer qué pasó realmente la madrugada del sábado anterior.

Mientras, en la Amazonía continuaba hasta la tarde de ayer, sin éxito, la búsqueda del cuerpo del cabo Moreira.