Las templadas aguas del río Canchis, que separan a Ecuador de Perú, corren raudas al cruzar por la comunidad fronteriza La Balsa, ubicada en la punta más distante del suroriente ecuatoriano. Cerca de la orilla izquierda, balanceándose en la corriente, está Oswaldo Wachapá, con un traje de buzo. En su boca coloca la punta de una delgada manguera y en sus manos toma la punta de un tubo plástico de seis pulgadas de diámetro. Y se sumerge. Va al fondo del cauce, no para bucear por deporte o pescar, sino para, durante horas, succionar del lecho del río el material pétreo, materia prima de donde se lavará y extraerá oro.