Once de junio de 1937. Los lectores no encuentran ningún ejemplar de EL UNIVERSO en las calles. Este Diario deja de circular durante la dictadura de Federico Páez, encargado del Mando Supremo de la República, quien ordena el cierre por la publicación de una caricatura.
En el gráfico, titulado ‘La cena’, aparece Páez, el único civil, rodeado de militares durante un banquete (ver foto). Los uniformados levantan la copa, a modo de brindis, y Páez dice: “Todo está muy bien, pero tengo el pálpito de que saliendo de aquí alguien me va a besar”.
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Ante los rumores de una presunta conspiración para dar un golpe de Estado, los militares habían ofrecido una cena a Páez para ratificarle su lealtad, la noche del 6 de junio. Tres días después, el 9 de junio, se publica la caricatura en este Diario.
Al día siguiente, a las cinco de la tarde, la guardia rodea el edificio de EL UNIVERSO y detiene durante dos días a Ismael y Sucre Pérez Castro, gerente y vicedirector, respectivamente. Ismael Pérez Pazmiño, director fundador de este medio, se encontraba en Daule aquel día.
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Para la reapertura del Diario, que ocurrió trece días después del cierre, el 24 de junio, se impuso una “fórmula de acuerdo” de tres puntos: un depósito del periódico en el Banco Central por un monto de 100 mil sucres, a la orden del Gobierno, para que este pudiera girar contra ellos, “en el caso de que el periódico cometiese algún desacato, violase el acuerdo o injuriase al Ejército”; cambiar al director; y publicar un “artículo de desagravio” al Ejército, que fue enviado por el Ministerio de Defensa para su difusión (es decir, el “desagravio” lo escribe el propio régimen, no el medio).
En el libro Memorias autobiográficas de Ismael Pérez Pazmiño, editado por Carlos Villar Borda, se señala que el dinero consignado en 1937 equivalía a mil millones de sucres en 1999 y representaba más o menos la mitad del valor del periódico. En la dirección quedó Pedro Pablo Jijón, colaborador del Diario, pero su gestión “fue tan fugaz como la de muchos de los presidente de la época. Era un hecho sobreentendido que el verdadero director siguió siendo siempre Ismael Pérez Pazmiño, y el Gobierno cerró los ojos”.
Lo implícito en la frase del dibujo se cumplió cuatro meses después, el 23 de octubre de 1937, cuando el general Alberto Enríquez, entonces ministro de Defensa, depuso a Páez.
Dos años más tarde, en 1939, Pérez Pazmiño escribe un folleto titulado ‘La forzada clausura de EL UNIVERSO’. En él se cuentan los antecedentes de la medida, por ejemplo, antes de la clausura, este Diario publicó algunos extractos del libro Conciencia o barbarie, de José María Velasco Ibarra, que “afectaban moralmente a Páez”. Además, por esos mismos días, el periódico denunció los beneficios personales del ministro de Hacienda, Alberto Whither Navarro, en un contrato bananero con United Fruit Company.
Villar Borda recoge en su libro que se estaban aproximando las elecciones presidenciales, que no se realizaron debido al golpe de Enríquez, lo cual había “enrarecido el ambiente político”. Otro tema de fondo era la intención de Federico Páez de suscribir un modus vivendi con el Vaticano que, entre otras cosas, representaba la consagración de la República al “Sagrado Corazón de Jesús”. “Seguimos vasallos del Vaticano”, decía un editorial del Diario.
En el quehacer periodístico de EL UNIVERSO, numerosos han sido los gobernantes y funcionarios públicos que, tras denuncias sobre el manejo de fondos públicos y cuestionamientos a sus decisiones, arremetieron con amenazas, insultos y acciones en contra de este medio. Ahora el presidente Rafael Correa pide $ 80 millones en una demanda que sigue contra el Diario, sus directivos y el editor de Opinión; también pide tres años de cárcel para ellos.
Paralelamente, desde el Gobierno se intenta vincular a este Diario a la controversia por las fallas de construcción de la terminal terrestre de Guayaquil en la década del ochenta y, de hecho, la Comisión de Tránsito del Ecuador (parte de la Agencia Nacional de Tránsito, cuyo director ha sido cuestionado por los contratos que ha realizado y que son parte de una auditoría de la Contraloría) contrató a un abogado para ello.
Otros casos
En 1966, la Junta Militar somete al Diario a un nuevo cierre obligado, aunque en esta ocasión la medida dura solo unas horas. El rechazo a la dictadura encabezada por el capitán de navío Ramón Castro Jijón tenía un foco pronunciado en Guayaquil, que era escenario de protestas y enfrentamientos entre civiles y la fuerza pública.
EL UNIVERSO había recogido en sus páginas lo que sucedía, pero una madrugada, mientras la rotativa empezaba a entregar los primeros ejemplares impresos, aparecieron oficiales con la intención de “examinar” la edición.
“Antes de las siete ya estábamos en Escobedo y 9 de Octubre y lo primero que advertimos fue la presencia de uniformados bien armados que se habían apoderado de las instalaciones del Diario y nos impidieron el ingreso”, señala Jaime Díaz Marmolejo, entonces empleado del Diario, en una reseña. El mismo día se retomaron las labores en el medio.
Se destaca un tercer hecho violento. El 1 de septiembre de 1978, el edificio de EL UNIVERSO sufrió un atentado considerado como “terrorista” por quienes vivieron de cerca la explosión que dejó al menos ocho heridos, ocurrida a las 22:10.
Un artefacto colocado en la planta baja del inmueble, al pie de un teléfono público y frente a las ventanillas de recepción de avisos, estalló y dañó las cortinas metálicas y las rejas que protegían el área administrativa; además, se sintió en la planta alta, donde destruyó ventanas y puertas de vidrio, y provocó la caída del ascensor. Trabajadores del Diario y dos personas particulares heridas fueron llevadas al hospital.
Según publicó este matutino el 2 de septiembre de 1978, antes de que ocurriera el atentado, alrededor de las 21:50, visitó la redacción un grupo de estudiantes de la Escuela de Psicología de la Universidad de Guayaquil, y otro de la Asociación Escuela de Filosofía, que protestaban porque no se iniciaban las clases, pese a que la Universidad ya estaba laborando.
“Luego de que se retiraron se comenzó a percibir un fuerte olor a pólvora, lo que motivó que el empleado encargado del servicio telefónico nocturno haga conocer a la Redacción de este particular. Guardias observaron que al pie del teléfono público había un envoltorio del que salía humareda con intenso olor a pólvora. Le echaron agua para tratar de apagarlo, cuando explotó”, se reseñó.