En una reunión que se realiza el martes 17 de este mes en radio Sucumbíos, el asambleísta Armando Aguilar (PAIS) dice exaltado: “Ellos tienen que irse para que la paz vuelva a Sucumbíos”. La frase llega como arenga para 300 manifestantes que siguen la transmisión en los exteriores de la emisora. Gritan al unísono: “¡Fuera, Heraldos!”.
Ante la gobernadora Nancy Morocho y el delegado del Ministerio de Justicia, Derechos Humanos y Cultos, Santiago Olmedo, y respaldado por organizaciones sociales de la provincia amazónica, el legislador exige la salida de Sucumbíos de la congregación religiosa designada por el Vaticano para dirigir el Vicariato de esta jurisdicción en relevo de los Carmelitas Descalzos. Y da un ultimátum: “Esto debe resolverse esta noche o en los próximos días”.
Publicidad
En eso la multitud decide que tomará posesión de “lo que pertenece a la comunidad”, en alusión a la catedral, distante a cinco cuadras. Irrumpe en el terreno donde funciona el templo y un centro educativo. Se encierra y ello provoca la concurrencia de unos 50 habitantes que defienden la gestión de los Heraldos en el Vicariato. Les gritan: “¡Se les acabó la teta!”.
La policía, como lo había hecho en la emisora, acordona la catedral; y radio Sucumbíos, en manos de los seguidores de los Carmelitas, transmite lo que llama la “lucha del pueblo”...
Publicidad
La gestión de los Heraldos del Evangelio se inició en noviembre y la rechaza una parte de la población y sacerdotes con años de labor en la provincia.
Fue el preámbulo para que la noche del jueves la congregación deje Sucumbíos atendiendo un llamado de la Conferencia Episcopal. Su situación y la de los Carmelitas se definirá mañana, posiblemente.
En Nueva Loja, grupos opositores defienden, sin una asociación directa, el modelo que definen como “Iglesia Social”, instaurado por la orden Carmelitas Descalzos en 40 años de vicariato. En la comuna Corazón Orense, de la parroquia General Farfán, a la que se llega por un camino angosto de tierra, ello se refleja en una escuela de apenas dos aulas y que funciona bajo la modalidad a distancia.
“Eso es de los Carmelitas”, señala Merejildo Cuarán, presidente de la comuna, quien revela que en tiempos del vicariato de aquella orden religiosa debieron contribuir con $ 5 al mes. “Si queríamos sacramentos y estábamos atrasados, debíamos igualarnos. Un año llegamos a pagar $ 80”, cuenta el hombre, quien espera arreglar la capilla de caña con la nueva administración, que en siete meses aún no visita el pueblo.
En el centro de Nueva Loja, Vicenta Moreno, manabita con 40 años radicada en la ciudad, considera que los Carmelitas cumplieron su ciclo y que ahora hay que dejar trabajar a los Heraldos, que no hablan de política en las misas como –asegura– hacían los “otros padres”.
Delia Malvay, presidenta de la Federación de Mujeres de Sucumbíos, opuesta a los Heraldos, dice que defiende un proceso organizativo forjado por la Iglesia y que ahora está en riesgo por la visión contraria de los Heraldos, que a su criterio proponen un evangelio individualista, de autoritarismo, por encima de una perspectiva colectiva. “‘Dios solo contigo, no importa si no vives en comunidad’. Eso es gravísimo para las organizaciones sociales”, cita.
Raúl Usca, padre diocesano nativo de Riobamba, dice que el conflicto surge por la llegada de un modelo de iglesia diferente, que relega el desarrollo de los pueblos y las prácticas de acciones solidarias, indica.
El padre Ricardo del Campo, provicario del Vicariato de Sucumbíos, de los Heraldos, replica que los proyectos dejados por los Carmelitas seguirán y niega que debiliten el vínculo iglesia-comunidad o el desarrollo de los procesos organizativos. “A la mujer le hemos dado más protagonismo en las actividades de la Iglesia”, asegura.
Royden España, quiteño con diez años en Nueva Loja, quien lidera las marchas pro-Heraldos realizadas para enfrentar a los opositores, descalifica la incursión en la catedral y las cuñas que emite radio Sucumbíos; donde se llama al pueblo a estar alerta porque la nueva administración del Vicariato “está desmantelando los programas de la Iglesia de Sucumbíos”.
“Incitan a la violencia”, dice y critica la desobediencia al Vaticano por oponerse a los Heraldos, considerados el ala conservadora de la Iglesia católica.
Las organizaciones se manifiestan con marchas; los sacerdotes, en cambio, lideran grupos católicos que se mantienen en vigilia afuera de la catedral, cuyas puertas permanecen cerradas por el conflicto. En consecuencia, no hay bautizos ni matrimonios, tampoco misas para despedir a los muertos.
La noche del martes 17, un letrero pegado en el templo indica que la vigilia cumple 131 días. Abajo, al pie de la puerta cerrada, se erige un improvisado altar donde destaca una imagen de la Virgen del Cisne, cuyo cabello ondulado lo esconde una peluca. “Es que le han pintado el pelo”, dice una feligresa pendiente de la eucaristía que celebra un padre diocesano.
Suman unos cien asistentes venidos de comunidades del cantón y aledaños. Al final de la misa, sus líderes intervienen, proclaman la vigencia de la Isamis (Iglesia San Miguel de Sucumbíos). Así se identifica el modelo del padre Gonzalo López, quien renunció al Vicariato al cumplir la edad máxima para el cargo (76 años).
Con Isamis se identifican casi cien comunidades del norte de Sucumbíos, muchas a lo largo del río Putumayo, donde el acceso es solo por vía fluvial. Entre ellas se cuentan cinco nacionalidades indígenas: sionas, cofanes, secoyas, quichuas y shuaras, enumera el padre Édgar Pinos, coordinador de la Asamblea Diocesana de Sucumbíos, frente de oposición.
Admite que “podrían verse” en desobediencia con el Vaticano, pero cita que la Iglesia no tomó en cuenta el Credo Diocesano, que implica –dice– el reconocimiento de un modelo reinante que los Heraldos “nunca” difundieron.
Detalles: Designación
Delegado del Vaticano
Mons. Ángel Polivio Sánchez, obispo de Guaranda, fue designado en marzo pasado como delegado pontificio en el Vicariato de Sucumbíos, para mediar en el conflicto.