La tristeza que consume a Gladis Jiménez, de 26 años, es evidente. Su rostro luce cansado, su mirada a veces se pierde y su hablar es muy pausado.

Ella perdió a su hijo Steven Briones Jiménez, de 4 años, durante una riña entre dos sujetos en la cooperativa Realidad de Dios, en el noroeste de la urbe. La tragedia se produjo el pasado jueves 17 de marzo.

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Ese día, él estaba jugando índor con otros niños del barrio, cuando Javier Mero Cabezas, alias Piojo, llegó al sector en busca de Roland Chancay Tomalá para matarlo.

Ambos forcejearon en la calle, pero el segundo alcanzó a ingresar a la casa donde los pequeños habían corrido al ver la gresca, su victimario lo siguió y abrió fuego dentro de la vivienda, impactando a Steven en la cabeza. Pese a que intentaron llevarlo a una casa de salud, el niño murió en el camino.

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Jiménez señala que a causa de esta tragedia, este Día de la Madre no tiene nada de especial sin el mayor de sus hijos. Ella tiene dos niñas de 2 años y diez meses.

Las edades de las pequeñas no les permiten entender la celebración de hoy, por lo que la madre anhelaba recibir de Steven algún obsequio elaborado por él en la escuela donde había planificado inscribirlo.

“Mi hijo ya iba a entrar a la escuela, pero me lo mataron”, indica con voz entrecortada. Su cuñada, Rosa Villegas, sentada junto a ella le brinda apoyo y consuelo.

Por los recuerdos que tiene de su hijo, la joven madre decidió abandonar su casa de caña y madera e instalarse en la de un familiar. Incluso ver la calle de tierra donde casi todos los días jugaba su hijo la invade de nostalgia. Sus ojos se humedecen, pero ella evita llorar, traga grueso y señala: “No queremos estar allá, me hace daño tener muchos recuerdos de mi hijo, caí hasta enferma por estar allá, no comía; mis cuñados me trajeron acá para no estar sola, aquí estoy rodeada de mi familia”.

Jiménez dice que hace un gran esfuerzo por no estar triste. Asegura que su difunto hijo le pidió en un sueño que no se entristezca. “He soñado algunas veces con mi hijo y me dice que no me quiere ver triste, que él está muy bien”.

El pequeño era considerado la alegría de la casa y su pasión por el fútbol sorprendía a sus padres. “Cuando lo invitaban a jugar a la pelota, enseguida me decía ‘mami, puedo ir a jugar’, y yo le decía que vaya, le gustaba mucho este deporte”, cuenta Jiménez.

Y precisamente por no dejar la pelota en la calle y recogerla, el día de la tragedia Steven ingresó último a la casa de su vecino y no alcanzó a llegar hasta el cuarto donde se escondieron los demás niños.

Hoy, como los últimos días, Jiménez permanecerá encerrada en la casa donde habita provisionalmente, porque la falta de dinero la obliga a no gastar lo poco que su esposo gana como ayudante de construcción.

La mujer está consciente de que nada de lo que hagan las autoridades le devolverá a su pequeño, pero anhela justicia y la aprehensión del asesino de Steven; no obstante, confiesa que teme algún tipo de represalias contra el resto de su familia.

Por ahora, un abogado que les cobra lo mínimo y otros familiares están pendientes de los trámites judiciales y de la añorada aprehensión del Piojo por parte de la Policía.

Testimonio: Recuerdos
Gladis Jiménez
Madre de Steven
“No queremos ir a la casa, porque al llegar allá se me hace un nudo en la garganta, los recuerdos de mi hijo están allá”.