La incorporación de Chile a la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) se ha convertido en un boomerang. Ha puesto al desnudo las debilidades del modelo de crecimiento sin distribución. Hace algunos días un estudio de esa organización mostraba que nuestro país es el de mayor desigualdad de ingresos, con un coeficiente de Gini de 0,50 en comparación a la media de 0,31. Ahora, la OCDE nos dice que Chile es el país con mayor segregación social en sus escuelas; en otras palabras, la educación es clasista.