Hace unos días (miércoles 30 de marzo) casi atropello a un peatón. Sí, así es. Yo conducía mi vehículo por una transitada avenida de la ciudad cuando un peatón despistado prácticamente se lanzó frente a mi automotor, forzándome a frenar súbitamente y atrayendo la atención de las personas que estaban en los alrededores.
Gracias a Dios no pasó a mayores, pues me detuve a casi 2 centímetros del despistado peatón. Al increparle por su falta de atención, más bien tuve como respuesta un conjunto de improperios. Y es aquí que me pregunto, ¿qué hubiera ocurrido si este individuo hubiese sido embestido por mi vehículo? Una opción hubiera sido huir (algunos instructores de algunas escuelas de tránsito mencionan esto como una opción). Otra opción, según la ley, es quedarse con el individuo o llevarlo a un centro de asistencia médica, que a fin de cuentas es un “atenuante” del “delito” cometido por el conductor. En ese caso yo hubiese sido arrestado y el peatón recibiría dinero de mi parte; en el peor de los casos, yo hubiese sido sentenciado a prisión por homicidio involuntario, y sería el monstruo de la película.
Se habla tanto de los derechos del peatón, y por muchos años vi cómo mis derechos fueron pisoteados por, literalmente, desaprensivos al volante. Sin embargo, les pregunto a las autoridades, ¿cómo se procede en estos casos cuando, claramente, un peatón despistado es el causante de su propia desgracia? Yo tengo 26 años de edad, acabo de graduarme de ingeniero de Minas en la universidad, y en el momento de ese suceso iba camino a registrarme para una maestría y continuar mi educación. ¿Quiere esto decir que, por culpa de la irresponsabilidad de un peatón, mis planes de vida se hubieran visto truncados? ¿Cómo se podría demostrar quién realmente tiene la culpa?
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Es necesario que se tenga también consideración con los conductores, especialmente en ciudades grandes como Guayaquil, donde abundan los peatones que piensan que cualquier línea, en cualquier vía, es un paso cebra. He visto varias veces cómo madres, con un bebé en un brazo y con otro niño de la otra mano, se avientan a la vía y corren para cruzar la calle con tráfico pesado, esperando que no pase nada. Los conductores de vehículos no somos los culpables todo el tiempo,el peatón también lo es.
Nabil Morocho Mondaví,
Guayaquil