Rafael Mendoza Avilés
Guayaquil.- Las invasiones de tierras en el Ecuador se originan por el "abandono de los poblados", tema que fue tratado por el recordado papa Juan XXIII.
No podemos olvidar que la falta de educación y planificación familiar agravan los problemas del país. Veo al Gobierno tumbando casitas de caña en los extramuros de la ciudad, pero todavía no encuentra la solución al problema de las invasiones. Como consecuencia de la "gloriosa" revolución del 28 de Mayo, el pueblo olvidado y gobernado por pseudorregímenes liberales, invadió el suburbio suroeste de Guayaquil, se fundó el Barrio Garay y, con el devenir del tiempo, las invasiones llegaron a la ribera del Salado, frente a la fábrica de cemento Rocafuerte.
La hacienda El Guasmo estaba cercada y custodiada con el objeto de evitar invasiones.
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En otro lugar de esta ciudad, al noroeste, se puso un buen ejemplo.
Mucho antes de la vigencia de la ordenanza de parcelaciones y urbanizaciones que rigió en el cantón Guayaquil, desde el 10 de mayo de 1969, los propietarios de tierras marginales adyacentes a la ciudad de Guayaquil, en el mencionado noroeste, parcelaron grandes espacios territoriales. ¿En qué consistían? Confeccionaban un plano urbanístico, no urbanizaban, pero hacían calles rellenadas con cascajo. El agua se recibía en tanqueros, había servicio eléctrico, los terrenos eran espaciosos, vendidos a crédito, con sus cuatro postes demarcatorios. Pagado el crédito, daban las escrituras.
La gente, entre esos yo, levantamos la casa dentro de los límites que constaban en los planos y en las escrituras. Se vivía. Todavía extraño mi huerto, aunque en invierno sufríamos bastante. Llamemos a este sistema "lotes con pocos servicios básicos".
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Este sistema tenía una ventaja, cuando los señores alcaldes Febres-Cordero y Nebot decidieron urbanizar los citados lugares, les fue muy fácil, porque allí estaban los espacios para calles que constaban en los planos originales.
El sistema no fue nada perfecto. Algunos vivos se cogieron unas calles; algunas fueron recuperadas por la Municipalidad y otras no.
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El modelo al que me refiero se utilizó en lo que hoy se llama La Prosperina y creo que algo parecido se hizo con el sitio denominado Mapasingue. En las invasiones que justificadamente tanto nos asustan, no hay planos previos, el promotor de ellas ubica los terrenos y los vende, muchos tienen una superficie pequeñísima, por obvias razones. Los promotores después de vender el terreno cobran mensualidades por servicios varios y el que se atrasa en el pago, afuera, y viene otra víctima, etcétera.
Esto es la negación absoluta del urbanismo.
No se puede comparar el barrio de Mapasingue y la Prosperina, con lo que es Monte Sinaí, que parece un infierno en la tierra.
Pasa el tiempo y para parar las invasiones, llega la ordenanza de Parcelaciones y Urbanizaciones, en el año 1969.
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En su parte medular dice así: "Art. 7.- No se podrán vender solares en lotizaciones o urbanizaciones contiguas o inmediatas a la ciudad de Guayaquil y a las demás poblaciones del cantón que no contaren previamente, por lo menos, con obras de urbanización similares a las ya existentes en la localidad...". Incs. 2do. "La autorización para la venta de solares en las lotizaciones o urbanizaciones contiguas o inmediatas a las poblaciones las concederá el Concejo previo informe del Departamento de Obras Públicas de haberse ya realizado las obras de canalización de aguas servidas, alcantarillado para aguas lluvias, líneas matrices de agua potable y de corriente eléctrica, pavimentación de calzadas de calles, construcción de aceras y más trabajos requeridos en proyecto". Con la citada ordenanza quedaba prohibido el antes modelo descrito.
La vivienda debía instalarse en terrenos perfectamente urbanizados, con lo cual al pobre le era imposible acceder a ese servicio. Se consideró, posiblemente de buena fe, que con esta ordenanza se pondría orden en la ciudad y no habría más invasiones. La ordenanza, al contrario, originó un desordenado proceso de invasiones; era un imperativo, no había otra opción para los más pobres. Luego, con el objeto de neutralizar las invasiones, un recordado caballero y alcalde de Guayaquil, Ing. Raúl Baca Carbo, propuso el sistema de lotes con servicios, no se trataba de una urbanización, pero sí de un sitio digno para vivir, que con el tiempo se complementaría.
La idea gustó mucho. Intervinieron técnicos de las Naciones Unidas en el análisis del proyecto, pero los enemigos del progreso enredaron el tema y la propuesta quedó en nada. Nuevamente la partida la ganó el diablo. No es la oportunidad para desarrollar el tema, pero en el momento en que se lo propuso di mi colaboración.
La Ley de Lotes con Servicio y su reglamento resolvería parte del problema de la vivienda, de tal manera que se controle el crecimiento desordenado de la ciudad. Retornemos el tema de los "lotes con servicio" y si no gusta, inventemos algo mejor. De lo contrario, las invasiones van a seguir.
Con lo que el incauto paga a los promotores de invasiones, el costo de la construcción de la casa y las contribuciones adicionales, que mes a mes tiene que seguir pagando, bien podría comprar un lote con servicio.
Que no diga el Gobierno que no tiene quien le escriba.
Rafael Mendoza Avilés,
Guayaquil