Doctores en el hospital Luis Vernaza me dicen que ya no pueden ayudarme más, que me prepare para morir, que lamentablemente debí ir a Guayaquil o Quito, pero al no hacerlo se perdió tiempo vital. Soy un hombre del campo, tengo 50 años, llevo dos meses con tantas operaciones que me han debilitado, mis fuerzas ya no dan, hemos comprado más de 20 pintas de sangre.
Han pasado alrededor de dos meses de la tragedia en la que quedé con graves lesiones en intestinos, hígado, etcétera, porque estalló un artefacto explosivo en la zona montañosa del recinto Engunga, península de Santa Elena, por donde pastoreaba con otros campesinos. En ese sector se habían realizado ejercicios militares y quedaron municiones sin explotar.
Señor presidente, no quiero sanciones para los irresponsables que me dejaron a mi buena suerte, solo que les diga que el Ejército está para proteger a los ciudadanos. Claro, si yo hubiese sido un hombre importante, asambleísta, ministro o general, en avión, ambulancia me hubiesen trasladado y sanado, pero como dijo una doctora del Ejército, solo soy un pobre campesino, ignorante, ¿y por eso me pasó esto?
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Le pido que ayude a mi esposa e hijos para que puedan sobrevivir, ya que yo no estaré para mantenerlos, hágalo usted, ya que al Ejército no le interesó salvarme, y como ellos dicen, no hay fondos para esto ni para nada. Que mi sangre derramada y la vida que pierdo por este “descuido” de quienes debieron sanarme sirvan de algo.
Aquí en la Península de Santa Elena no hay hospitales, el Seguro Social es solo eficiente para cobrar, pero no tiene instalaciones ni atención, salvo un par de pastillas, y el afiliado que quiere vivir debe salir corriendo a Guayaquil, si tiene los medios para hacerlo.
Le deseo suerte en su consulta popular, yo ya no estaré aquí para verlo. Como pregunta de la consulta proponga usted si queremos que en esta nueva provincia de Santa Elena, el Gobierno Nacional levante un hospital de primer orden, con tecnología moderna y profesionales, para atender a los habitantes peninsulares y a los turistas nacionales y extranjeros que nos visitan. Usted verá que el “Sí” ganará, algo así la gente sí entiende.
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Espero que usted tenga la fuerza necesaria para cambiar las cosas de manera radical aquí en la Península, y de la misma manera en la provincia de Santa Elena, a la que solo la han llenado de promesas y más promesas; son 100 años y más de dar petróleo al país y ni un buen hospital nos han podido construir.
Pido que el Estado ecuatoriano, en representación de las Fuerzas Armadas, me fijen una rentita para mi vida y ayuden a mi familia, ya que ellos han vendido todos los animalitos que teníamos para financiar los gastos médicos.
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Lamento molestarlo, presidente, no tengo a quién más recurrir.
Fulgencio Justino Alejandro Gonzabay,
Santa Elena