Con mi padre, el doctor en medicina y cirugía Walter Pablo Mori Luzuriaga, ex director y profesor de la Escuela de Medicina de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Guayaquil, fallecido el 13 de septiembre del 2010, viví en muchas ocasiones la mala experiencia de cómo las medicinas que él ingería o son ingeridas por pacientes –indistintamente sus estados de gravedad– son manipuladas ineficientemente por manos de “servidores especializados en salud”; algunos con guantes “esterilizados”, otros no.

El punto crítico es que indistintamente la forma (con o sin guantes “esterilizados”), paralelamente el servidor especializado en salud también realiza otras tareas o actividades como manipulación de charoles, traslado de coches que transportan medicinas, necesidades varias que en esos momentos el paciente requiere; y no se dan cuenta que debido a la mala administración de sus labores contagian a los pacientes de otras bacterias que se encuentran en el ambiente, ya que las medicinas son manipuladas directamente por sus manos supuestamente “esterilizadas”; cuando lo idóneo es que lo realicen de manera directa desde el paquete o envase hacia la boca del paciente. Lamentablemente en algo tan sencillo se nota una falla fatal horrorosa en el proceso, que afecta o deteriora aún más el estado de salud de los pacientes, de los clientes. A lo anterior se suma la falta de actitud en el servicio (se trata de actitud y aptitud), porque habiéndoles llamado la atención de manera proba, justificada y asertiva, caen en el enojo denotando pésimo servicio. Unos pacientes por desconocimiento o por no quejarse, reciben los mismos malos servicios de rutina citados.

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Esto da alerta roja a la comunidad, a los directores de Salud Pública, a la Asamblea Nacional, al Ministro de Salud, y al Presidente, para cuestionarnos si realmente existen conceptos claros y técnicos por parte de los servidores especializados en salud, de lo que es una cultura de servicio integral para la salud pública; porque si esto sucede en unos centros de salud privados, donde supuestamente existen recursos para inversión en capacitación del personal y para contar con auditores internos de control de calidad de salud, ¿cómo será en instituciones públicas o privadas que no tengan recursos suficientes? Es momento de hacer un estudio profundo de la situación real del país en temas de salud; revisar y reformar las leyes a fin de garantizar calidad de salud integral al paciente; de ajustar los pénsum en escuelas, colegios y en universidades, especialmente en las que cuentan con carreras en medicina; incluir dos materias básicas pero de suma importancia, “higiene para la salud”, y “servicio al cliente excepcional e integral”, o cualquier tema importante que genere cambio radical y mejoramiento continuo en temas de salud; y que nuestros enfermeros, auxiliares de medicina, doctores, se capaciten obligatoriamente o se certifiquen en este campo. ¿Cómo queremos transformar la cultura de salud del país si no existen compromisos de mejoras y conceptos técnicos claros?

Walter Pablo Mori Vera,
médico, Guayaquil