El teléfono celular timbra y alguien, con voz baja, rota por el dolor, responde al otro lado de la línea. Se trata de un ecuatoriano que ahora vive en un departamento de Arenys de Munt, población a 45 km al norte de Barcelona, donde convalece después de haber perdido su mano en un accidente laboral ocurrido el 12 de enero.