Una sola avenida de unos 10 metros de ancho y 400 de largo, algo empinada, polvorienta y llena de heces de ganado, cerdo y aves de corral. A cada lado, no más de 30 casas, algunas deshabitadas. Entre estas, una caseta telefónica con el logo pintado de la desaparecida Pacifictel, que no funciona hace más de dos años; una escuela que suspendió el año lectivo, un comedor comunitario para la tercera edad que tampoco funciona, árboles de ciruela que esperan el verano para dar frutos, un gallo que canta sin noción de la hora, una cerda flaca que huye de sus crías hambrientas, una casa comunal recién inaugurada que contrasta con las construcciones vecinas, y una iglesia sin párroco.