Por Jorge Barraza (jbarraza@sinectis.com.ar)
.- Un calvo juez brasileño Heber Lopes tocó pito y ordenó "¡Jueguen! El balón rodó de nuevo y el continente se animó otra vez con una tradición a la que nadie escapa: la Copa Libertadores de América. Ese feliz bullicio futbolero entró en su edición número 52. Que puede ser mejor o peor que otras en calidad técnica (finalmente nos entusiasmamos con lo que hay), pero que no variará en su característica esencial: será apasionante como las 51 anteriores. Es una tradición tan fuerte que la pelota casi es una excusa para movilizar a millones de fieles.

Lastimosamente, el éxodo cada vez más cruento de futbolistas en todos los países sudamericanos impide que veamos a figuras consagradas, impuestas en el tiempo como sucedía antes, y a equipos aceitados. Pero somos tozudos peregrinos. La casualidad quiso que el máximo campeón, el Rey de Copas, levantara el telón. La cita fue en Avellaneda y se llamó Independiente-Deportivo Quito. Independiente es pura ilusión ("Vamos por la octava Copa", declaró más esperanzado que convencido Ricardo Bochini, su ídolo eterno), pero el Quito -¿le apareció un mecenas?- contrató 14 jugadores y quiere hacer roncha este año. Se verá.

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El primer juego copero determinó, como es habitual, una gran concurrencia pese al diluvio que se abatió sobre Buenos Aires dos horas antes del partido, y un triunfo merecido de los Rojos por 2-0. Fue el partido 4.389 de la historia.

¿Quién puede ser el candidato al título? Los brasileños, primero. Traen una dotación fortísima: Santos, Fluminense, Corinthians, Cruzeiro, Gremio e Inter. Terribles candidatos. Además, son los clubes que más pagan y pueden darse el lujo de aguantar una figura por seis meses. Aunque prefieren desprenderse de los jóvenes y repatriar a los viejos elefantes, como Ronaldo, Roberto Carlos, Rivaldo, Ronaldinho.

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Le siguen los argentinos (Independiente, Estudiantes, Vélez Sársfelied, Argentinos Juniors y Godoy Cruz), estos más por avidez e historia que por poderío. Pero siempre la buscan, la desean, y ese es el primer paso. Para ser campeón hay que quererlo, intentarlo. ¿Cuántas copas ganaron los clubes argentinos sin ser más que otros. por ambición nomás.?

Del resto, Liga de Quito siempre es bravo. Mantiene una excelente base, los cocina en la altura y afuera defiende bien. Nacional y Peñarol anuncian que vuelven con todo a la pelea grande. ¿Será.? Se han reforzado mucho, eso sí. Está Colo Colo. Algunos van a probar suerte, otros salen a ver qué pasa.

Contrariamente a lo que siempre se pensó, el dirigente uruguayo Washington Cataldi, de Peñarol, no tuvo nada que ver en la creación de la Copa Libertadores de América. Se extendió por todo el continente su fama de inspirador del gran torneo; sin embargo, nuevas investigaciones apoyadas en actas y en diarios de la época certifican que, muy lejos de ello, en el Congreso de 1959 que decidió su instauración, la votación fue 9-1. El único voto en contra fue el de Uruguay; y uno de sus cuatro delegados presentes era justamente Cataldi.

"En principio, el único país que no apoyaba era Uruguay. Temía que el torneo de clubes tirara abajo la Copa América", relata hoy el Dr. Hassel Aguilar Sosa, de lúcidos 85 años. Aguilar Sosa participó del Congreso realizado el 26 de marzo de 1959 en Buenos Aires; era presidente de la entonces Liga Paraguaya de Fútbol.

Todo indica -aún cuando faltan más elementos probatorios- que la maravillosa inquietud pertenece al dirigente chileno Antonio Losada, médico, periodista y presidente del club Universidad de Chile.

En 1948, Robinson Álvarez, presidente de Colo Colo, tuvo la feliz iniciativa de organizar un certamen con los campeones de América de 1947. Y lo concretó en Santiago. Lo animaron siete equipos: Vasco da Gama (Brasil), finalmente el campeón; River Plate (Argentina), Litoral (Bolivia), Colo Colo (Chile), Emelec (Ecuador), Deportivo Municipal (Perú) y Nacional (Uruguay).

La semilla de Álvarez no germinó; el torneo no tuvo continuidad. Pero Losada recogió el guante. Basado en aquel atractivo certamen, persistió y logró finalmente que el resto de América aprobara el campeonato con el fuerte respaldo del directivo brasileño José Ramos de Freitas, entonces titular de la Conmebol. A ellos les debemos esta fiesta, fundamentalmente a Losada.

"¿Por qué al ganador le dicen campeón de América?", pregunta un lector desde Costa Rica; "Para serlo debería ganarle al campeón de la Concacaf", protesta. Es apenas una costumbre, no una pretensión descomedida. En primer lugar, el nombre Copa Libertadores "de América" invita a llamarlo así. Segundo, hacia 1960, cuando se creó la competencia, el fútbol del sur era tan superior al del Norte o del Centro que no hacía falta cotejar para decir que el ganador de esta copa era el número uno de todo el continente. Se daba por entendido. Tercero, desde hace catorce temporadas intervienen los clubes mexicanos, los mejores del área Concacaf. Con toda justicia cabe el rótulo.

"¿Por qué entran los mexicanos y no los clubes de otros países?", inquiere un amigo de Guatemala. México hizo febriles gestiones durante años en la Concacaf primero (para que le diera permiso) y ante la Conmebol después (para que lo aceptara), además de ofrecer un fútbol competitivo y un mercado televisivo de 130 millones de habitantes, entre quienes viven en su país y los residentes en Estados Unidos. Y logró su objetivo. México enriqueció su fútbol; la Copa se potenció con México. Ha sido una alianza provechosa.