Es chocante la noticia de que el sanguinario dictador Duvalier se apareció por Haití. Los tiranos no tienen sangre en la cara: destrozan un país y luego se aparecen para olfatear el ambiente político y a presentarse como solidarios salvadores.

Pero hay que reconocer la verdad. Si Duvalier se atrevió a volver es porque en su país todavía tiene adeptos.

Que no sea sorpresa, los caudillismos son así. Destrozan democracias, pisotean la libertad de expresión, encarcelan gente, pero encuentran siempre el modo de afianzar adeptos.

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De ese modo el mal se prolonga, incluso cuando el dictador ya no está y lo reemplaza otro gobierno incapaz de recuperar los mecanismos institucionales de una República Democrática.