“Algo se muere en el alma cuando un amigo se va. Todas las muertes son lamentables y ninguna reparable; es frecuente encontrar siempre razones para valorar a las personas una vez desaparecidas con virtudes y cualidades que no siempre tuvieron, o que se exagera demasiado….”, expresó Jaime Vinueza Tejedor, rector de la Universidad de Cantabria, en España.

Este no es el caso con Gastón Thoret Marcos porque es mucho lo que a él le debemos los que lo conocimos. La noticia de su partida, ocurrida el 15 de diciembre pasado, me llegó cuando me encontraba a miles de kilómetros de distancia de Guayaquil. Estaba en Dubái, en una reunión de emergencia convocada por la Federación Internacional de Natación (FINA).

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Me era difícil aceptar que el amigo había fallecido porque hacía tan solo pocos días que habíamos platicado amenamente, mientras caminábamos por la avenida 9 de Octubre, sobre la Ley de Deportes y su reglamento, al cual le había hecho observaciones para mejorarlo.

Hablamos de la problemática de siempre: la falta de dinero para desarrollar las cinco disciplinas que conforman la natación ecuatoriana. Gastón se quejaba de que con nuestro clima tenía que usar saco y corbata en los juzgados porque de lo contrario no lo atendían como era debido.

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Y en los temas no podía faltar Toyita, su abnegada esposa que de alguna forma siempre estaba presente dentro de las conversaciones que mantenía con él. Nunca el tema era cansado ni aburrido, hablábamos de natación todos los días. Recorríamos una y otra vez sus pasajes, desde los inicios de esta, cuando vio competir a los Cuatro Mosqueteros en Guayaquil, cuando se inició como nadador tratando de emularlos, hasta cuando se convirtió en entrenador.

Vivió casi todos los Sudamericanos de natación, desde 1939 hasta el último. Gastón Thoret fue uno de los mentalizadores de los desaparecidos torneos Grancolombianos, Copas del Pacífico y el Campeonato Mundial de Natación de Guayaquil 1982. También participó como entrenador y directivo en Juegos Panamericanos, y en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y Atlanta 1996. Fue secretario-tesorero de la Confederación Sudamericana de Natación (Consanat); vicepresidente de la Unión Americana de Natación (UANA); past presidente de la Federación Ecuatoriana de Natación y en los últimos años síndico y asesor del directorio de este organismo.

Así lo tengo en mi recuerdo a Gastón, durante esas tardes entrañables al verlo subir las escaleras de la FENA. Su paso era lento, se agitaba con facilidad, parecería que en estos últimos años la vida le había pasado factura. Su cabello era un poco más cano, pero a pesar de todo eso nunca perdió su sentido del humor. Cualquiera que fueran las circunstancias, en los momentos difíciles que nos tocó vivir, siempre tenía esa chispa para animar el mal rato.

Esta columna es un homenaje para Gastón Thoret y estoy seguro de que no será el último hecho por los que supimos nutrirnos de su legado. Su esencia no ha partido, nos deja un mensaje de honestidad, rectitud y pasión por lo que él más amaba, la natación. Llevó siempre este deporte como una forma de vida y no como una profesión.

Los verdaderos nadadores, como Gastón, no mueren, solo nadan más lejos para escribir sus nombres en el agua.