Tengo que comunicar que soy ya parte de las estadísticas delincuenciales del país, y que desafortunadamente no soy nada más que una cifra muerta, porque los maleantes que sustrajeron mis pertenencias el 31 de diciembre del 2010, a vista y paciencia de todos los que se encontraban en el lugar de los hechos, no aparecerán más. Pero de algo sí estoy convencido, de que de todo lo que me fue sustraído no recuperaré nada.
Una cifra muerta, porque se ha vuelto una costumbre afirmar con tranquilidad que asusta: “¿te robaron?, pero, ¿estás bien? ¡Gracias a Dios que no te pasó nada!”; y a cruzarse de brazos y conformarse con que le sustraigan las pertenencias a uno y que no lo lesionaron. Una cifra muerta, porque de nada sirven los procedimientos legales, las reconocidas garantías penales, y el famoso debido proceso, si cuando le roban al ciudadano común, este no puede hacer nada más que regresar a su hogar a contarle a la familia lo sucedido, y dar gracias de que se encuentra sano y salvo. La justicia es una utopía. Recientemente, el jueves 23 de diciembre del 2010, fue asaltado en los predios del condominio de su residencia el alcalde de Quito, Augusto Barrera, por parte de cinco sujetos armados; a quien le sustrajeron todas sus pertenencias y las de sus acompañantes. En pocas palabras: el robo ya es de todos.
Una cifra muerta, porque la sociedad se encuentra en tal grado de descomposición que pretendemos defender al delincuente afirmando que es solamente una “víctima” de las circunstancias, y por eso las penas no deberían ser rigurosas con él. Y ni dígase de los menores de edad delincuentes, ellos “no saben” lo que hacen, regrésenlos a sus hogares con sus queridas familias, eso será suficiente para su rehabilitación.
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Víctor Augusto Fernández Ramírez,
Guayaquil