AFP
Georgetwon.-
Los gobiernos progresistas de América Latina que están "cambiando verdaderamente las cosas" están expuestos a una "conspiración permanente" que puede derivar en sublevaciones y golpes de Estado, estimó el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, en una entrevista con la AFP.

"Para las oligarquías latinoamericanas, la democracia es buena mientras no haya riesgo de que cambie nada. Si no, se acabó. La buena es la de ellos, la formal, la de ir a votar cada cuatro años, no la que transforma y da el poder al pueblo", declaró el jefe de Estado al margen de la cumbre de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) del viernes en Guyana.

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"Cuando esa democracia empieza a cambiar las cosas, ellos son capaces de todo. Los gobiernos progresistas que estamos cambiando verdaderamente las cosas hemos tenido una conspiración permanente desde el primer día", agregó el mandatario, que vivió una rebelión policial el pasado septiembre.

"Otro 30 de septiembre puede venir, hay que estar atentos", advirtió, subrayando que desde la extrema derecha estadounidense se "está financiando a opositores, golpistas, conspiradores y cierta prensa" en América del Sur.

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Según el jefe de Estado, durante esta sublevacion quedó demostrado que no había fragilidad institucional en Ecuador y que "por la fuerza" no se va a lograr nada con su gobierno.

Correa estimó que este episodio, en el que murieron 10 personas y más de 200 resultaron heridas, no cambió su planes de gobierno aunque sí le hizo "poner los pies en la tierra".

"Quiero ser más eficaz en lo que hago. Nuestro gobierno, en casi cuatro años de gestion, goza de apoyo popular inédito. Ahora se trata de hacer más y más rápido", explicó.

"Aquel día vi que no tenía la vida comprada, ver la muerte cerca te hace poner los pies en la tierra. Uno piensa que no hay peligros (...) No sabía hasta dónde pueden llegar estas fuerzas oscuras para hacer daño", agregó.

Correa sostiene que la insurrección fue instigada por policías corruptos en asociación con opositores políticos para sacarlo del poder y incluso a asesinarlo.

El presidente fue a un cuartel a aplacar la protesta provocada por una ley, donde lo recibieron con gases lacrimógenos y tuvo que refugiarse en un hospital, donde permaneció durante horas retenido, antes de ser liberado por fuerzas militares.