Zoraida Ortega escucha atentamente las indicaciones de los instructores, siempre está presta a sus órdenes, tiene determinación de lucha, muestra su energía cuando le exigen agotarla. Ella es una de los 1.280 estudiantes del último año de secundaria en Guayaquil, que optaron por participar de la ‘Instrucción militar estudiantil voluntaria y apoyo a la comunidad’ (Imevac), antes conocida como la Premilitar.

“A mí me encanta el estilo de vida que llevan (en el Ejército), vine acá porque quiero valorar mi patria, identificarme como ecuatoriana”, contó la joven de 18 años, que se graduará próximamente en el colegio Santa Lucía, de Daule.

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Al parecer la preparación con la que se ha nutrido ha generado perspectivas en su futuro.

“Pienso formar parte de esto alguna vez, pero tengo que luchar para eso y poner todo mi empeño”, contó Ortega.

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La Imevac forma parte del acuerdo ministerial Nº 382 del 19 de octubre del 2007, entre los ministerios de Educación y de Defensa Nacional.

Según el jefe de operaciones de la brigada Guayas, Gonzalo Arias, esta actividad se retomó el año pasado en el Fuerte Militar Huancavilca, como sucedió a lo largo del país.

“Nuestro objetivo es estrechar lazos entre la población civil y la militar, rescatar valores cívicos, éticos y morales que en la sociedad han decaído”, dijo el coronel del Estado Mayor.

Cada alumno debió asistir por 12 sábados a la instrucción. Antes se completaban 200 horas, ahora solo 80, explicó Arias.

Durante este año acudieron a ese regimiento 32 colegios, que se dividen en cinco batallones.

Dentro de la formación militar aprendieron: voces de mando, alineaciones, orientación, marchas, nudos, conocimiento de armas y trote progresivo.

Además el sábado pasado recibieron la visita de cuatro instituciones de Salitre y Daule.

Ese día hubo actividades especiales como la práctica en la pista de cabo, donde los estudiantes debían equilibrarse para cruzar unos puentes colgantes de ‘dos y tres hilos’.

Además de la instrucción de supervivencia, en la cual observaron cómo se organiza una base de patrulla, con carpas iglú, en apenas 10 minutos. Para después hacer fuego con pólvora, alambre y dos ramas (clase dada por un ex combatiente de la guerra del Cenepa) con el que se logró cocinar alimentos servidos en caña guadua, sustituta de vasos, platos y ollas.

Otro truco fue improvisar una cocina en una lata de atún, mezclando detergente y alcohol, al que se pone fuego.

Erick Caicedo, de 17 años, de la unidad educativa Matovelle, cuenta que no ha faltado ningún sábado, ya que ha aprendido a vivir y comprender el día a día de la rutina militar.

Él recibió junto a sus compañeros capacitaciones sobre desastres naturales, como terremotos, inundaciones de parte de Bomberos o Defensa Civil.

“Nos dieron algunos métodos de supervivencia, para cuando ocurra una catástrofe saber cómo ayudar”, contó Caicedo.

Textuales: Sobre preparación
César Martínez
Maestro de Col. Gral. Vernaza
“Esto les saca de la rutina, los que están en malos pasos empiezan a rectificar su pensamiento”.

Ramiro Barrera
Guía de pista de supervivencia
“Ellos aprendieron a aprovechar los recursos del medio ambiente en caso de situación adversa”.

José Sánchez
Estudiante del colegio Vernaza
“Conocimos la vida militar, la adrenalina y el peligro al que se exponen en la lucha por sobrevivir”.

María Luisa Lucín
Alumna Col. Batalla de Jambelí
“Al comienzo fue duro, pero ahora que empezamos a acostumbrarnos todo se acaba”