En todos los países existe una estrecha relación entre su desarrollo económico y la importancia que le dan sus habitantes a las estadísticas. Así ocurre en nuestro caso; no es casual que los ecuatorianos no estemos obsesionados por el registro de nuestra actividad económica, política o social y, al mismo tiempo, adolezcamos de una bajísima productividad.
El censo es una buena oportunidad para comenzar a corregirnos. Todos debemos y podemos colaborar, aprovechando estos últimos días para difundir sus pormenores y explicar su importancia.
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El mayor obstáculo parece ser la desconfianza de muchos ciudadanos, que por desconocimiento o por el entorno que vivimos, muestran reservas. “¿Se emplearán bien estos datos de mi vida privada?”, se preguntan.
Hay que despejar esa preocupación. Hay que relievar la garantía de que se trata de un recuento absolutamente ajeno a influencias políticas, destinado a recabar y organizar información fundamental, para que el sector público y el privado tomen sus decisiones libremente y con la mejor información posible.