Pedro X.Valverde Rivera
Roberto Gómez Bolaños es el genial y multifacético comediante, productor, actor y director mexicano, que tiene un bien ganado lugar en la historia del humor blanco mundial.

Con certeza usted, amigo lector, sabe muy bien de quien le hablo.

Sus series televisivas por más de treinta años siguen divirtiendo a adultos y niños en todo el continente y en muchos lejanos lugares del resto del mundo.

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A Roberto Gómez Bolaños se lo conoce también por su nombre artístico: Chespirito, que se deriva de una criollización de una forma diminutiva del apellido Shakespeare.

Gómez Bolaños en sus inicios era conocido como un ferviente admirador de William Shakespeare y, por ello, sus amigos lo apodaron ShakespeareCITO (me imagino por la pequeña estatura de Gómez Bolaños) lo que luego se transformó en Chespirito.

Y esa admiración se puso en escena cuando en unos de los tantos episodios del Chapulín Colorado, introdujo la divertida historia de Julio y Rumieta (una parodia de Romeo y Julieta, la monumental tragedia de Sir William Shakespeare).

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Los Capuleto y los Montesco, familias enemigas. Y sus hijos, Romeo y Julieta, Julio y Rumieta según Chespirito, perdidamente enamorados; un amor imposible.

Bueno, los amores imposibles siempre han existido; y siguen existiendo.

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Pero el amor nace en cualquier parte y bajo diversas circunstancias; no por gusto se dice que el amor se abre espacio y no pide permiso. Y su fuerza es tan arrolladora que desborda a la vida misma.

¿Por amor se muere?

¡Claro que sí!

Miles de casos a lo largo de la historia de la humanidad lo confirman. Y seguirá sucediendo.

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Pues en el Ecuador, ahora el amor imposible ya no debe vencer al odio de las familias. Ahora debe vencer al Estado.

Sí, al Estado.

Porque con la prohibición Constitucional de que banqueros no puedan ser propietarios de medios de comunicación, ágil e ilegalmente desarrollada por la Junta Bancaria y el Conatel, en resoluciones recientes, en el Ecuador del siglo XXI han nacido dos nuevas familias: los Capuleto y los Montesco.

Y lo que los divide no es un odio familiar, no. Es la voluntad suprema que gobierna desde el Palacio.

Si usted es banquero desde ahora debe prohibirle a sus hijos enamorarse de hijas de propietarios o accionistas de medios de comunicación. Según la Constitución está prohibido ese sentimiento.

Porque si se llegan a enamorar en serio y se casan, aunque fuere a escondidas de sus padres, habrá relación de afinidad en primer grado entre el banquero y su hija política y del propietario del medio de comunicación con su yerno.

Así que, por orden de la revolución ciudadana, ya saben, prohibido enamorarse entre Capuletos y Montescos; es más, yo les recomiendo evitarse socialmente, no vaya a ser que Cupido haga su tarea y con ello, el trabajo y esfuerzo de un padre, o de varias generaciones familiares, en levantar un banco o un medio de comunicación se vaya a la basura, por culpa del amor, o para ser justos, por culpa de nuestros Chespiritos de mentes lúcidas y corazones ardientes.

Cuando veo este capítulo de Julio y Rumieta me divierto. Qué lamentable que en el Ecuador, esta parodia sea de la vida real y, para colmo, que no tengamos un Chapulín Colorado que nos salve.