Lo que más debería preocuparnos del Código de Finanzas que la Asamblea Nacional aprobó la semana pasada no son necesariamente sus disposiciones (algunas más polémicas que otras), sino la intención del Gobierno, que quedó en evidencia en el texto inicial.
Más allá de los asuntos de detalle, fue obvio que el Ejecutivo está ansioso por tener las manos libres para contraer más deuda y recoger la mayor liquidez posible. Cuando eso ocurre, en cualquier país del mundo, es porque las finanzas públicas han comenzado a dar más dolores de cabeza de los que se quiere reconocer.
El Gobierno le ha apostado a un modelo de crecimiento económico cuyo motor es el gasto público. Es un modelo que funciona siempre y cuando el dinero aguante hasta que la economía se ponga en funcionamiento. Porque si el dinero se acaba primero, entonces los resultados pueden ser muy dolorosos.