Simón Pachano
Foro de la Democracia fue el nombre escogido para la reunión en la que se celebró el vigésimo aniversario de la creación del Instituto Federal Electoral (IFE) de México y se realizó la presentación del segundo informe sobre la democracia, elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Organización de Estados Americanos (OEA). Con la participación de ex presidentes de varios países, expertos de diversos organismos internacionales, académicos, políticos en actividad y periodistas, el Foro fue una excelente oportunidad para pasar revista a los problemas que afronta la democracia en el continente. Treinta y tantos años después del comienzo de las transiciones a la democracia –con Ecuador y República Dominicana a la cabeza– es conveniente hacer este tipo de balance.
Obviamente, abundaron las alusiones a los hechos del 30 de septiembre en Ecuador. Como no podía ser de otra manera, las interpretaciones fueron múltiples, diversas e incluso contradictorias. Más que en las sesiones, sujetas siempre a temas previamente determinados, fue en las conversaciones informales que se pudieron apreciar las percepciones acerca de lo ocurrido y las expectativas sobre el futuro. Sin el grado de apasionamiento y militancia que se observa acá –que, de lado y lado, tiene más de fe ciega que de adscripción razonada a una posición– el eje de las conversaciones fue el carácter de los hechos, esto es, si hubo o no un intento de golpe de Estado. De cualquier manera, independientemente de su posición al respecto, los interlocutores coincidían en condenar la actitud policial y no fue posible encontrar alguien que considerara acertadas las acciones del Gobierno. Asimismo, para unos y otros el panorama hacia adelante aparece sombrío, con más interrogantes que certezas.
Publicidad
Una conclusión de esos diálogos informales es que en esos círculos predomina la visión del Ecuador como un país escasamente institucionalizado y con serias dificultades para solucionar los problemas que le han afectado en las últimas décadas. Muchas de las personas consideran que no se han hecho los correctivos que requiere una democracia débil, lo que las lleva a abrigar muy pocas esperanzas. Los antecedentes establecidos con el derrocamiento de tres presidentes en los últimos catorce años y las constantes violaciones a las diversas constituciones, incluso por parte de quienes han participado en su elaboración, son aspectos que pesan significativamente en la evaluación. A pesar de que muchas de ellas ven como algo positivo al proceso que está viviendo el país, no encuentran las evidencias de cambio en las acciones y en las prácticas de los actores políticos y sociales. Los hechos del jueves 30, comenzando por la protesta policial, siguiendo con el pésimo manejo del conflicto por parte del Gobierno y terminando en el ataque armado de la noche, dan asidero a esas percepciones.
Frente a la enésima vez en que se preguntaban por las razones de fondo, alguien sugirió que situaciones como esta parecen dar la razón a Thomas Cralyle, un teórico de los liderazgos autoritarios, quien sostenía que la democracia es el caos provisto de urnas electorales.