Le alzo el ramo y aclaro números
El guayaquileño laborioso y algunos otros moradores de la ciudad que no se dejaron abatir por la desocupación y necesidad, encontraron un lugar de trabajo en el cementerio general que regenta la Junta de Beneficencia.
Allí, desde hace años, ganan monedas de sucre y ahora de dólar para el sustento diario, que los visitantes del camposanto les dan como pago por colocar los ramos de flores y otros arreglos en los sitios más altos de los cuerpos de bóvedas.
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Días tras días ha sido común ver a niños, jóvenes y adultos dedicarse a esta modesta labor, que la promocionan con la frase “¡le alzo el ramo!”, apenas se ingresa por cualquiera de las puertas de mayor afluencia.
Algunos deudos que semanalmente asisten al cementerio tienen sus ‘alzadores’ conocidos que, dicho sea de paso, son hábiles artistas para pintar y/o aclarar nombres en las tumbas sometidas a la inclemencia del sol y de las lluvias.
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En época de ‘finados’ o por los días de la Madre y el Padre, el número de estos trabajadores se incrementa notablemente y, por supuesto, a la conocida locución se unen otras como “¡limpio bóvedas, pinto cruces y aclaro números!”.
El servicio de estas personas resulta muy útil y es fácil identificarlos porque tienen como inseparables compañeros a una escalera, un trapo o franela, y una canasta en la que guardan pinturas, pinceles, aceites, etcétera, que necesitan para cumplir con el contrato de adecentar bóvedas y nichos que están ubicados en el cerro y en la parte baja del cementerio.
Y tal es la importancia de esta labor, que en similares sitios como el cementerio del suburbio también se encuentra un numeroso grupo que estos compatriotas.
Columna Octubrina
“Se abrió el libro sagrado de la Historia / para escribir tu nombre luminoso, / que rubrican el Guayas caudaloso /y el clarín inmortal de la Victoria”.
Publio Falconí Pazmiño (chonero, 1906-1991)