AP
ESTOCOLMO.- El avance logrado por los demócratas durante la elección parlamentaria en Suecia destrozó la reputación del país de ser un bastión de la tolerancia, después de años de parecer inmune a los sentimientos antiinmigrantes que se han visto en otras partes de Europa.
Las elecciones del domingo demostraron que la tradicional bienvenida a los refugiados en el país ya no es aceptada universalmente: Cerca del 6% de la población votó a favor de un grupo nacionalista que acusa a los inmigrantes -especialmente a los musulmanes- de erosionar la identidad nacional de Suecia y su acariciado estado de bienestar social.
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Resultó asimismo una medicina amarga para una nación que había fustigado claramente a sus vecinos, como el maltrato de Dinamarca hacia los inmigrantes musulmanes, los intentos de prohibir los minaretes en Suiza y la represión francesa contra los campamentos gitanos.
La bandera de la tolerancia ha sido arriada y las fuerzas de la oscuridad por fin han tomado también como rehén a la democracia sueca, dijo el tabloide Expressen en un editorial posterior a las elecciones.
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Es lunes por la mañana y es momento que los suecos obtengan una nueva imagen de sí mismos, dijo un titular en negritas y de primera plana del diario Svenska Dagbladet.
La coalición encabezada por el primer ministro Fredrik Reinfeldt ganó las elecciones, pero perdió la mayoría en la legislatura de 349 escaños, lo que debilita su capacidad para aprobar leyes fundamentales.
Los demócratas suecos, un pequeño partido nacionalista de ultraderecha, tendrán presencia por primera vez en el Parlamento al ganar 20 escaños.
De acuerdo con resultados preliminares, mantendrán los votos de calidad en un parlamento dividido: 172 escaños capturados por el bloque de cuatro partidos de centroderecha y 154 escaños a manos de los tres partidos de oposición de izquierda.
Las actitudes de endurecimiento hacia los inmigrantes han ayudado a ganar influencia a radicales de extrema derecha en otras partes de Europa occidental.
Holanda, por ejemplo, que construyó una reputación de elaborar políticas de mente abierta, dio un giro brusco hacia la derecha contra la inmigración en 2002, cuando el político populista Pim Fortuyn rompió con todos los tabúes de no hablar en contra de la multiculturalidad al indicar que Holanda estaba repleta.
Los partidos antiinmigrantes han sido factores importantes en todas las elecciones desde entonces.