Tengo en mis manos la cuarta edición del Manual de Carreño. Dice en su pasta posterior: “Manual de urbanidad que..., lo convertirá en una persona..., respetada, franqueándole puertas que solo se abren ante el empuje de la gentileza y las buenas costumbres”. No se indica cuándo fue la publicación original de este clásico sobre modales, pero la versión moderna se publicó en 1980 sin cambiar la esencia del autor. La cuarta edición es del año 1985.
Yo fui educada con Carreño. A mis 68 años de edad que voy a cumplir, a pesar de los cambios de la época y de tener que acoplarme a muchas cosas de la generación actual, siempre he pensado que los buenos modales, las buenas costumbres, toda la vida estarán vigentes para una convivencia respetuosa y agradable.
No he sido maestra, pero desde el año 2000 me impuse la tarea de recibir en mi casa a jovencitas estudiantes que vienen a la ciudad a instruirse, buscando en Guayaquil una buena universidad; sin embargo, la buena educación (urbanidad, modales) les parece “cosa de viejos”, de “gente antigua”. Al haberse suprimido de los planes de estudio la moral y la cívica en muchos colegios, tenemos actualmente una juventud que busca el solo fin de prepararse para asegurarse una vida futura en cuanto a lo económico, pero carente de buenas costumbres morales.
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Hay cosas que nunca pierden su valor. Sucede como al buen vino, que al añejarse, se hace más valioso. Efectivamente, el llevar un alto estilo de educación en valores y de buena convivencia social (muy venido a menos en estos tiempos) es algo que no debe pasar de moda. Dice Carreño que perdemos nuestros derechos cuando dejamos de atender nuestros deberes. Es muy posible que una lectura detenida de su manual les sirva a muchos de nuestros jóvenes para tomar un rumbo acertado en sus vidas, equilibrando la instrucción con la educación, en estos momentos de crisis de valores que consume en sus llamas “instintos” y conquista para la sociedad muchos corazones formados en la oscuridad de la ignorancia, dando frutos de escándalo e ignominia.
Laura Gómez Serrano,
Guayaquil