El periódico oficial Gramma de Cuba reconoció recientemente que el periodista y psicólogo Guillermo Fariñas, que cumplió ya más de 130 días en huelga de hambre, podría morir en cualquier momento. Lo que no dijo el diario gobiernista es que Fariñas se está sacrificando para exigir la excarcelación de 25 presos políticos enfermos en las cárceles de su país. En su lugar Gramma acusa falsamente a Fariñas de ser un delincuente. Esa es la función que cumplen los medios estatales en los regímenes totalitarios: informan medias verdades o mentiras, y lo pueden hacer impunemente porque no existen medios alternativos para conocer la otra versión.
El gobierno cubano –reconociendo implícitamente que sus acusaciones son falsas– le ha ofrecido a Fariñas la posibilidad de emigrar a España. Es difícil imaginar cómo habrá enfrentado el periodista el dilema de morir en una cárcel por inanición en medio de injurias o viajar al Primer Mundo donde sería recibido con muestras de afecto y solidaridad. Aferrado a sus ideales, Fariñas ha contestado que se queda. A nosotros solo nos queda, a la distancia, desear de todo corazón que Fariñas conserve su vida para que siga luchando contra el totalitarismo y por su país.