Por Jorge Barraza (jorge.barraza@conmebol.com)
.- Es, desde hace 40 años, el comentarista número uno en un país donde hasta las mujeres comentan fútbol. Nació en 1934, año mundialista, lo que marcaría su vida. Enrique Macaya Márquez, figura estelar del análisis futbolero en la televisión argentina, alcanzó en Sudáfrica 2010 un rótulo que ni soñaba: ser el periodista en actividad con más Mundiales de cobertura, 14. Así igualó al irlandés Malcolm Brodie, quien está con vida, pero no vino a la Copa africana.
Otro sudamericano, el genial uruguayo Diego Lucero, sigue siendo el hombre que más copas del mundo narró como reportero: 15. Pero al paso que lleva, y con su juvenil estado, Macaya puede igualarlo en Brasil 2014. Ya en el 2002 fue galardonado por la FIFA, pero él sigue su marcha imperturbable.
Publicidad
"¿La verdad.? A estas alturas cambiaría un Mundial por dos añitos menos", bromea, pero a los 75 está impecable Macaya (así lo llama el ambiente). Física e intelectualmente luce rápido, fresco. Lo entrevistamos en el IBC (International Broadcast Center), el gigantesco conglomerado que la FIFA monta en cada Copa para los medios audiovisuales. Allí están concentrados todos los canales y radios del mundo con derechos de transmisión. A cada uno se le asignan estudios, oficinas, dependencias. En ese mundo, Macaya es un patriarca. Desde 1985 es el analista estrella de torneos y competencias.
"Debuté en los Mundiales en 1958. Era mi primer viaje a Europa, no sabíamos ni a dónde íbamos. Teníamos que encontrarnos con el coordinador de radio Belgrano, para lo cual fui a Suecia, vía Hamburgo. Y en pleno vuelo nos dimos cuenta que el avión iba a Fráncfort", sonríe. "Fue el Mundial en que Checoslovaquia goleó a Argentina 6-1. ¡Qué vergüenza.! Yo era de los que pensaban que Argentina era el número uno del mundo. No solo en fútbol, en todo. Ahí me di cuenta de la realidad. Llevaba tres años sin fumar, de la conmoción volví al cigarrillo".
Publicidad
En la Argentina, cuando alguien hace gala de mucha erudición futbolera, los amigos lo paran con un lugar común: "¿Quién sos. Macaya Márquez?" Pero Macaya es el que está frente a nosotros.
"En Chile 1962 asistimos al primer pacto de no agresión de los Mundiales, algo que está olvidado", evoca Enrique. "Inglaterra, un país capitalista, acordó el empate con la entonces Bulgaria comunista. Algo que solamente en el fútbol puede pasar. Con la igualdad, Inglaterra clasificaba por diferencia de gol y eliminaba a Argentina. Bulgaria no tenía nada que hacer, pero no quería perder con los ingleses. Y salieron 0-0. Nunca vi algo igual. Fue como un partido de tenis. Nadie cruzaba la mitad de la cancha, si la pelota caía en campo contrario, la devolvía el rival, así todo el tiempo".
Le quedó un buen concepto de esa Copa del Mundo: "Ya se viajaba bien, estuvo organizado, los estadios eran buenos. Porque en Suecia se jugó en estadios chiquitos, de madera".
No había centros de prensa; a cambio el contacto con los jugadores era total, explica. "Nos alojábamos en el mismo hotel que el equipo y estábamos todo el día con ellos. Hacíamos las entrevistas que queríamos. Íbamos al entrenamiento, entrábamos hasta en el campo de juego. Ahora eso es imposible".
"Los jugadores cambiaron, pero ojo, los periodistas también cambiaron".
Define al de Inglaterra 1966 como una gran Copa del Mundo. "Ya se había progresado mucho, aunque no había televisión en directo. Los partidos se filmaban y se mandaba la cinta por avión. En Argentina, por ejemplo, se pasaba dos días después. En México 1970 apareció el satélite y los partidos en vivo".
Por primera vez no fue enviado por un medio. "No me quería perder el torneo y fui como colaborador libre. Seguí a Perú, que era un gran equipo, y a Brasil, cuya constitución aún hoy me resulta extraña: una delantera con cinco números 10. Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelino".
La Copa de Alemania 1974 trajo una novedad, dice: "Cubrimos todo el Mundial, como se hace ahora. Porque antes cada cual seguía a su selección y nada más. Allí ya hice televisión, trabajé para Canal 7, el estatal. Asistí a un suceso irrepetible: el surgimiento de Holanda, una verdadera Naranja Mecánica. Cuando terminó el partido que le ganó a Argentina 4 a 0, Osvaldo Ardizzone, un gran periodista, me dijo: 'Vamos a tener que inventar palabras, porque con las que hay en el diccionario no alcanza para explicar esto'. Ese equipo sí que revolucionó el fútbol".
Hace un salto de cuatro años y cae en su propia tierra: "Del 1978 tengo un lindo recuerdo, porque vi por primera vez campeón a Argentina. Fue un Mundial que quedó manchado por la situación política del país, pero estuvo muy bien organizado, de alto nivel, sobre todo, en materia de televisación".
Le preguntamos por el polémico partido Argentina 6, Perú 0. "No hubo nada, simplemente un equipo avasalló al otro. Además, ese Perú no era un buen equipo, no hizo nada en esa Copa. Y por último, Argentina pasó a la final y le ganó a Holanda, el fútbol del momento. Le hizo tres goles. El problema fue que Brasil se retiró invicto y por eso se levantaron sospechas".
Para 1982, Macaya Márquez era la figura central del comentario en la Argentina y se aprestaba a viajar a su sexto Mundial. Pero eso ya es motivo de otra columna. Como en las películas, continuará.