Jayza Juliana, de 7 años, y Jamie, de 4, miran con timidez las cámaras de televisión ante las cuales su madre, Sayra Segura, narra las peripecias que ha pasado los últimos tres años, luego de que su abogado la persuadiera de que tenía que salir de EE.UU. para lograr la nacionalidad estadounidense.
En el 2000 dejó su trabajo como secretaria en el casino de oficiales de la Armada en Guayaquil para viajar a EE.UU. en busca del “sueño americano”, con el fin de asegurar el sustento de sus padres y hermanos.
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En York, Pensilvannia, conoció a Jaime Reinoso, un ecuatoriano dedicado a la mecánica automotriz, con quien procreó a sus dos hijos. Ya casados, él obtuvo la nacionalidad estadounidense, pero cuando ella quiso hacer lo mismo asegura que fueron engañados por un abogado que “tras cobrarnos 5.000 dólares, nos convenció que debía retornar al Ecuador para legalizar mi situación”, dice.
Pero una vez en Guayaquil, al presentarse en el Consulado de EE.UU. le fue negada la solicitud porque había entrado en forma ilegal a EE.UU. “Tus hijos pueden regresar porque son ciudadanos, pero tú no”, afirma que le resaltaron.
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Asegura que volvió a aplicar los papeles en octubre del año pasado, pero hasta la fecha el Consulado no la ha llamado.
Señala que la situación ha afectado a sus hijos, sobre todo, a Jayza. “Cuando llegamos a Ecuador, el no ver a su papá hizo que se le cayera el cabello, se levantaba en la madrugada llorando, no quería estudiar, se orinaba en la cama”, afirma. En consecuencia, la niña tiene tres años con tratamiento psicológico en el Hospital del Niño.
Sayra indica que su esposo no puede retornar al Ecuador pues “¿dónde va a trabajar en esta crisis?” y que por ello, él solo ha visto a sus hijos en dos ocasiones desde el 2007: dos días hace tres años y 22 días gracias a un permiso especial en el 2009.
“Fue para bien porque mis hijos volvieron a compartir con su papá, los llevó a la escuela y al parque, jugó con ellos, fuimos felices”, refiere sonriente, pero luego su rostro cambia y se endurece al recordar lo terrible de los días después de su partida.
“Todo el trabajo de la psicóloga fue en vano, mis hijos se levantaron ese día y lo buscaban en el clóset, debajo de la cama, en el baño, y por toda la casa y preguntaban: ¿dónde está papá?”, recuerda, y agrega que la niña se volvió rebelde y no quería estudiar. “En la escuela, un niño la empujó de una banca, ella quedó con el rostro ensangrentado y perdió cuatro dientes”, dice, resaltando que debido a su situación, los niños no pueden hacer uso del seguro médico del que gozan por ser ciudadanos estadounidenses.
Pero las dificultades para Sayra no terminan allí. Tampoco ha podido lograr que la Cancillería le otorgue la nacionalidad ecuatoriana a sus hijos. “Cuando estuve allí una abogada me pidió siete mil dólares” para tramitarles la ciudadanía a Jayza Juliana y a Jamie, acusa.
Además, le indicaron que no podía hacer el trámite en Ecuador sino que “tengo que llevarlos a Estados Unidos e inscribirlos en el Consulado ecuatoriano que se encuentre más cercano al lugar donde vivimos”, es decir en Nueva Jersey.
“Pido al presidente de la República, Rafael Correa, que me ayude a obtener la doble nacionalidad de mis hijos, por lo menos para tener la tranquilidad de que no se van a ir de mi lado si es que me obligan a quedarme en Ecuador”, agrega.
Mariana Roldós Aguilera, quien impulsa una campaña de ayuda a Segura y de solidaridad con los inmigrantes ecuatorianos en el exterior, exigió a la Secretaría Nacional del Migrante (Senami) que actúe en este caso, y a las representaciones ecuatorianas en el extranjero “que se preocupen de velar por el bienestar de nuestros ciudadanos” en el mundo.
De igual manera, Roldós rechazó “la política migratoria estadounidense, que obliga a la separación de los menores de sus padres, y que hace que los hijos de indocumentados vivan en orfanatos o sean entregados al cuidado de otras familias”.