Los continuos accidentes en los que jóvenes pierden la vida merecen un llamado de reflexión a nosotros los padres, al ponerlos a conducir vehículos, y de si estamos seguros antes del grado de madurez, responsabilidad y estabilidad emocional de nuestros hijos, y de si les hemos enseñado los peligros que conlleva conducir sin respetar las normas de tránsito.

Hay que educar a los hijos sobre los peligros al conducir, todas las veces que sea necesario. Los exámenes para la obtención de licencias de conducir deberían ser más rigurosos; test psicológicos para poder detectar el grado y nivel de madurez emocional, y las distintas conductas y habilidades que presentan los futuros conductores jóvenes; imponer fuertes penas por el exceso de velocidad, como medida preventiva, aunque los primeros en saber si un joven está apto para manejar o no son los propios padres. Quién mejor que ellos para conocer la personalidad de su hijo.

Janeth Álvarez Chavarría,
Guayaquil