Hace ya 30 años llegaron a Colimes unas mujeres extranjeras que habían dejado su cultura, sus tradiciones, su lengua, sus familias, y sobre todo, su juventud.

Llegaron con un fin: el de servir a los más pobres y necesitados. Su objetivo fundamental era entregarse en cuerpo y alma a la misión. La misión que nuestro Padre Celestial nos encarga a cada uno de nosotros ya sea en la familia, en la sociedad, o en el lugar que somos designados.

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A ellas les correspondió fundar un dispensario médico denominado San Martín de Porres, el cual aún funciona dando asistencia médica a todo un conglomerado de habitantes sin distingo de clases, religión, y fundamentalmente brindando este servicio con el amor de Dios.

Además, han logrado dar de comer a muchos ancianos que no tienen familia o que están abandonados, y gracias a la caridad de muchos donantes extranjeros que colaboran para que esta pastoral funcione.

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En un afán de colaborar con la educación han fundado escuelas y colegios religiosos para que los jóvenes tengan una buena educación, donde se manifieste el amor hacia el Padre Eterno.

Con contribuciones del extranjero han podido construir una ciudadela donde habitan muchos colimeños que, en honor a la verdad, han tenido muchas carencias materiales y donde han podido alcanzar un sueño que era imposible: tener un techo.

Son innumerables las labores desplegadas por estas mujeres, religiosas de la comunidad franciscana de San José, cuyo domicilio principal lo tienen en Londres, Inglaterra. A los pobladores del cantón Colimes (Guayas) solo nos queda agradecer a Francisca Slater, Bertha Overholler, Mary Coyne, Maura Muphy, Katherine Vaughan.

Ellas son algunas de las hermanas que han dejado importantes huellas como todo buen cristiano.

Brígido Wilfrido Montiel Alcívar,
Colimes