Para el  Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), los desahuciados no tienen ningún tipo de derechos: derecho a jubilarse por invalidez, derecho a beneficio alguno, derecho a una muerte digna, ni derechos humanos.

¿Saben cuál es el único derecho que le otorga gentilmente el IESS a mi hermana Isabel Bustamante Aguilar, quien padece de fibrosis pulmonar en etapa terminal? ¡El derecho a la espera! La espera es un tiempo indefinido, es solo palabra; pero la muerte es definida y es un hecho (aunque solo Dios puede revertirla). Vemos que esa espera al parecer nunca se concretará por cuanto aún el Seguro Social no designa a los abogados que se encargarán de los cobros a la empresa que se encuentra en mora patronal y en la que trabajó mi hermana por 39 años. Los títulos de créditos, que son valores que adeuda al Seguro Social dicha empresa, todavía reposan en la oficina de la Dirección del IESS, y como en el mismo Instituto dicen, contratar a esos abogados “tardará mucho tiempo”. Tiempo que a ellos les sobra, pero que mi hermana lo pelea con la muerte.

El 3 de marzo nuevamente fui al IESS para saber la respuesta sobre el oficio que hice el 23 de febrero del 2010 a la Comisión Nacional de Apelación (para que se le dé a mi hermana enferma la jubilación por invalidez y los beneficios médicos a los que tiene derecho como afiliada), y como disco rayado me volvieron a decir: “Regrese después de 20 días”. Como mi hermana Isabel no puede hacer uso del IESS, ha estado asilada en el hospital Guayaquil, y esta casa de salud le dio el 1 de marzo el pase al hospital Luis Vernaza –gracias a la gestión de un canal de televisión–, donde le proporcionaron oxígeno permanente que ella necesita para respirar mejor.

Publicidad

Mi dicha duró poco. El 3 de marzo le dieron el alta a mi hermana. El médico manifestó que la paciente es inmunodeprimida (baja en defensas) y que si permanecía ahí podía contraer cualquier enfermedad;  que debía ir a casa y permanecer con el oxígeno –que nosotras no tenemos– y continuar haciéndose atender donde iba anteriormente, es decir, en el hospital Guayaquil. Mi pobrecita hermana desahuciada pasó a ser “pelota de  ping pong”.

Me he preguntado tantas veces: ¿dónde están los famosos señores representantes de los derechos humanos?, pues todo este vía crucis que padece mi hermana ya lo he denunciado públicamente en esta página de cartas. ¿Por qué no se pronuncian? 

Señores, se les da por unanimidad el “premio Nobel”, ya que ustedes son los primeros en el mundo en transformar un humano en objeto. ¡Mi hermana Isabel Bustamante Aguilar todavía está viva!, pero para los señores del IESS, de los derechos humanos y ciertos médicos, un desahuciado es un muerto por el cual ya no se debe hacer nada. Mi grito de dolor se pierde entre mis lágrimas de sufrimiento. ¡Oh justicia, justicia violentada y ultrajada por la maldad humana!; aun así, yo creo en ti porque la fe vence al mundo. Y tú, Seguro Social o IESS, abre tus tentáculos, devuelve lo que no te pertenece y ¡jubila pronto a mi querida y doliente hermana!

Publicidad

Martha Bustamante Aguilar viuda de Gancino,
Guayaquil