El lunes, una amiga que vive en España me dio la noticia de que unos buenos amigos en común (ella tenía 36 años; él, 38; y su hijo, 7), murieron el sábado pasado en un accidente de tránsito en la vía a Daule, provincia del Guayas, a una hora de Guayaquil, Ecuador.
Fue muy impactante, lloré desconsoladamente, y luego medité por qué pasan esas cosas terribles a personas que están viviendo una vida íntegra. Pensé, puedo ser yo o cualquier persona que aprecio, y cómo la vida es tan frágil. Hay respuestas que no sabemos, pero solo Dios seca nuestras lágrimas, Él me consoló. A mis amigos no los veré nunca más en esta tierra, pero estoy segura de que los veré en la eternidad.
La vida es tan frágil, pasa tan rápido, y no nos detenemos a pensar ni a actuar en las cosas pequeñas que son las que nos ayudan a disfrutar y darnos la oportunidad de invertir en la amistad, la familia, las personas. No hay que esperar que la gente muera para darnos cuenta de lo que no hicimos. Piensa en la gente con la que pudieras invertir más tu tiempo y disfrutar de su amistad; hazlo, porque no tenemos la vida comprada.
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María Isabel Reynoso,
ecuatoriana residente en Cartagena, Colombia