Alfonso Reece D.
Transcurría la lidia del quinto toro de seis de una corrida sosa y decepcionante, cuando en el tendido un hombre sacó a relucir una cartulina en la que se podía leer: “Yo también le declaro persona no grata”. La ocurrencia fue moderadamente aplaudida. Unas pocas filas más abajo, un joven, miembro del buró político del partido de Gobierno, increpó al manifestante. Hubo rechiflas, volaron botellas… Llegó la policía con la consigna de confiscar el cartel y, quizá, de aprehender a su autor. Ahí sí la protesta se generalizó y los gendarmes no pudieron lograr su cometido. El 90 por ciento de los presentes coreó “libertad, libertad” y otras consignas contra el régimen.

Así fueron los hechos, ni los censuro ni encomio, y quiero ir más allá de mis convicciones políticas y afectos personales. Estoy contra la violencia venga de donde viniere, pero la más inaceptable violencia es la represión. Si hubiésemos tenido un buen espectáculo, esto pudo pasar desapercibido, con la gente festejando la bravura de los toros y el valor de los toreros, pero no ocurrió así. Así se politizó una corrida que es un evento esencialmente artístico. Lo taurino es una cultura y como tal engloba una serie de manifestaciones humanas: música, amor, odio, gastronomía, habla… lo artístico es el detonante, pero no se reduce a eso. Y no hay manifestación más cultural, strictu sensu, que la política.

Desde que yo recuerdo las plazas de toros han sido un lugar de manifestación política privilegiado, en donde las volantes, las pifias y las salidas en hombros marcaban el pulso de una sociedad. El público en un coso taurino no es una multitud aborregada que aplaude automáticamente, no, es una asamblea deliberante que decide soberanamente, por sí y ante sí, cuál es el tono de la lidia. Cuando unos toros flojos no llaman la atención de este soberano, es muy fácil que se ocupe de otros asuntos y tiene todo el derecho histórico para hacerlo. Hay que tomar en cuenta que el entorno del actual régimen no ha sido muy favorable a la tauromaquia, ¿cómo esperan que los reciban a besos?

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El público que gritaba “dictadura no” era de clase media acomodada en su enorme mayoría, no es lo que corrientemente se dice un “estrato popular”… solo me permito hacerles acuerdo de  que los ya mitológicos “forajidos” provenían justamente de este estrato. No es menos cierto que el gobierno tiene mucha fuerza en “movimientos sociales” fácilmente movilizables… y eso no hace temblar. La violencia propiciada por un lenguaje procaz y abusivo terminará enfrentando a estas facciones con las trágicas consecuencias fáciles de prever. Las fiestas navideñas traerán días de paz, tiempo que debe ser aprovechado en desarmar las pasiones, en sosegar los ánimos con buena fe, porque luego vendrán los siempre espinosos meses de enero a mayo. Irresponsables los que no sepan leer en este y en otros incidentes la necesidad de concordia y consenso.